Equidad, inclusión, diversidad: Un solo camino
Hoy, felizmente, hablar de inclusión y valorarla se ha vuelto algo cotidiano y extendido. Es esperanzador que así sea, pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de inclusión? ¿Es ésta una realidad que vivimos en nuestras comunidades e instituciones? En esta columna comparto algunas reflexiones sobre qué es la inclusión, en particular desde el contexto de la educación superior, que es en lo que me toca vivir y trabajar en forma diaria, pero que también es aplicable a otras realidades.
Cuando hoy hablamos de inclusión hablamos necesariamente de tres conceptos fundamentales: equidad, inclusión y diversidad; conceptos que en una verdadera inclusión van siempre unidos y van mucho más allá del ámbito de la discapacidad y del ámbito educativo. Por ello, junto con preocuparnos por la inclusión de personas con discapacidad, es imprescindible hacerlo en al menos otros tres ámbitos fundamentales: pobreza económica, interculturalidad y diversidad sexual y de género.
Para comprender estos conceptos, y ser realistas, es también útil mirar sus antónimos, es decir inequidad, exclusión, uniformidad. Cuando una institución o comunidad no logra vivir la inclusión, estas tristes realidades se hacen presentes, aún cuando no necesariamente las percibamos, ya que si somos parte de esa comunidad no vivimos la exclusión en carne propia, aunque sí parte de sus efectos al vivir en una comunidad menos diversa y acogedora.
La inclusión es siempre un proceso permanente, que requiere ser intencionado. Requiere que, como comunidad, y también en forma personal, identifiquemos y eliminemos las barreras que puedan existir. Esto da pie a las formas en que quizás contribuimos a la exclusión, muchas veces sin siquiera darnos cuenta, ya que la exclusión se origina en creencias o actitudes, normalmente fundadas en prejuicios, desconocimiento y mitos, de los que ni siquiera somos conscientes. La inequidad y valoración de la uniformidad pueden estar incluso plasmadas en ciertas prácticas propias de la cultura institucional que pueden generar exclusión. Por ello, es importante entender la inclusión no como un acto caritativo, sino como una práctica de equidad que nos debe llevar a revisar con mirada atenta la realidad de nuestras comunidades. (...)
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