Estudio del CIIR analiza impacto del Covid-19 en pueblos indígenas y afrodescendiente
Escaso registro sobre vacunación y casi nulas medidas territoriales sanitarias: el reporte sobre “Incidencia del Covid-19 en Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en Chile” -elaborado por el CIIR y liderado por la académica UC Francisca de la Maza-, entregó resultados que constatan una falta de información sobre los efectos del Covid-19 en estas comunidades.
Falta de cifras, escaso conocimiento sobre su estado de vacunación y casi nulas medidas de campañas sanitarias que se preocupen de las particularidades territoriales y sociales de este segmento: a través de una metodología cualitativa, el estudio “Incidencia del Covid-19 en Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en Chile”, elaborado por el CIIR y liderado por la académica UC Francisca de la Maza, entregó este 2 de diciembre sus resultados para al fin construir un análisis sobre el comportamiento de la pandemia en esta parte de nuestra población.
El estudio se focalizó en comunas que poseían más de un 30% de población indígena y en aquellas de la Región Metropolitana con más de un 10% de población indígena. Así se inició un cruce de información con determinantes sociales como porcentaje de población rural, factores una pobreza multidimensional y la evolución en el número de contagios. Esto generó la selección de 37 comunas que incluyen población indígena y afrodescendiente.
En cada una de estas, se entrevistó a personal del aparato público vinculado a las oficinas de Pueblos Originarios, salud municipal y referentes territoriales. Al mismo tiempo, se conversó con los encargados de Salud y Pueblos Originarios a nivel nacional.
“Cruzamos toda esta información para conocer cómo ha incidido la pandemia en cada uno de los territorios abordados. Esto es algo que hasta ahora ha estado totalmente invisibilizado y que se asocia también con la falta de información cuantitativa. No existe información cuantitativa fidedigna sobre cómo se ha comportado el Covid-19 en la población indígena y afrodescendiente, en cuanto al número de contagios y vacunados”, explica Francisca de la Maza, también académica del Instituto de Historia y el Campus Villarrica UC.
Este estudio generará un instrumento que permita a los agentes de salud identificar factores de riesgo y protectores en situaciones de crisis, del tipo inductivo.
Según explica el equipo académico a cargo del proyecto, al estar lo indígena invisibilizado no hay medidas culturalmente pertinentes, lo cual va desde los mensajes que se entregan, las medidas de cuarentenas, y estrategias sanitarias que no tenían llegada o sentido en estos territorios.
“Mensajes como la imposibilidad de movilidad en lugares donde los pequeños agricultores o comerciantes deben acercarse a las zonas urbanas a vender sus productos. El mensaje sobre la enfermedad se vuelve lejano cuando tú posees una cosmovisión que comprende las enfermedades desde otro punto de vista”, comenta Natalia Caniguan, investigadora CIIR.
Según el equipo investigador, la falta de medidas con pertinencia territorial provocó que los equipos locales concibieran otras formas para transmitir el riesgo de contraer la enfermedad. Así se pensó en estrategias y modos de acercamiento, visitando familias, traduciendo la información a lenguas indígenas o concientizando acerca del riesgo de visitar enfermos.
“Es muy diferente pertenecer a un pueblo aymara con una movilidad específica o a una comunidad colla que puede funcionar de modo autosuficiente, frente a sectores urbanos donde hay una desigualdad marcada por la pertenencia étnica, donde la gente debe trasladarse para sobrevivir ya que se encuentran muy desatendidos”, explica Francisca de la Maza.
Este proyecto consideró por cierto las importantes diferencias existentes entre sectores rurales y urbanos. Es esta diversidad la que permanece invisibilizada y si las políticas públicas no la consideran, aplicando políticas con pertinencia en las realidades locales, los efectos pueden ser devastadores.
Sobre los efectos hasta ahora registrados en territorios indígenas y afrodescendientes, existe evidencia de algunos que han sufrido un fuerte impacto.
“Hubo comunidades que se aislaron por un tiempo debido a barreras propias, cerrando sus comunidades, pero cuando llegó el virus se diseminó de forma explosiva contagiando a mucha gente. Esto se ha observado en varios territorios, sobre todo en comunidades más pequeñas y aisladas. Ocurrió que, ante la crisis económica en las grandes urbes, la gente comenzó a retornar a las comunidades trayendo consigo el virus”, expresa Natalia Caniguan.
La necesidad de acoger a familias que retornaban en busca de sobrevivencia, más los brotes relacionados con el tránsito afín a actividades económicas -salmoneras, agrícolas y mineras-, generó focos explosivos de contagio. Las cifras de contagios en territorios indígenas esconden ciertas realidades. Al cruzar los datos disponibles por indicadores de pobreza multidimensional, niveles de escolaridad, acceso a agua potable y tasas de ruralidad, -determinantes sociales presentes en la población indígena-, la incidencia del Covid-19 es mucho mayor.
“No es lo mismo contraer el COVID en una zona rural donde la posta más cercana está a dos o tres horas. Te ves mucho más afectado ya que no puedes cuidar a tus animales y huertos para seguir alimentándote”, comenta Natalia Caniguan.
El equipo investigador hace hincapié en los llamados factores protectores como un modo de paliar los efectos de la pandemia en las comunidades indígenas. Han surgido espacios de solidaridad ante la falta de apoyo público y el uso de formas tradicionales de medicina indígena como forma de prevención y cuidado de la salud mental. Al respecto, se ha notado la importancia de las redes locales. Cuando el Covid-19 ha llegado a una comunidad, y sabiéndose desvalidos, se ha generado una articulación y autogestión local, activándose redes de solidaridad entre diversos actores.
“También se ha evidenciado que en varias comunidades ha aumentado su productividad agrícola, fortaleciendo la producción y consumo alimentario autosustentable”, agrega Francisca de la Maza.
Este estudio generará un instrumento que permita a los agentes de salud identificar factores de riesgo y protectores en situaciones de crisis, del tipo inductivo. Además, a partir de identificar los nudos críticos, se conceptualizará qué es una política pertinente en salud indígena. Por último, se espera relevar las prácticas locales de autogestión para que la política pública las use o sepa que existen, tales como liderazgos y redes de colaboración, en vista de incorporar este aprendizaje.
Principales resultados
● Los pueblos indígenas y afrodescendiente, en sus formas de vida, están permeados por diversos determinados sociales que los vuelven sujetos de vulnerabilidad y de profundización de las desigualdades estructurales ante situaciones de crisis como lo es la pandemia del COVID-19.
● En estas desigualdades inciden múltiples factores tales como ubicación geográfica, ruralidad versus urbanidad, porcentaje de población indígena, índice de pobreza multidimensional, presencia de proyectos extractivistas, conectividad y hacinamiento. Es necesario comprender estos determinantes y factores desde su especificidad y sentido en la realidad de los territorios y no solo desde la mirada estadística o macro en que se generan.
● Los impactos de la pandemia se han invisibilizado en la población indígena y afrodescendiente, pero también se proyectan con consecuencias a futuro. Una de las consecuencias evidentes son las brechas educativas por falta de conectividad y recursos tecnológicos de los estudiantes, incidiendo los diversos niveles de formación.
● Otras brechas se visualizan también en la incidencia de la pandemia en las mujeres y los adultos mayores. Por un lado, recargando los roles de las mujeres en el cuidado de hijos y de otros miembros de la familia y las múltiples tareas domésticas y laborales que deben asumir.
● La situación económica de las personas pertenecientes a pueblos indígenas y afrodescendiente se verá impactada por la pandemia, tanto en la población que reside en zonas urbanas como rurales. En particular, esto se observa con mayor incidencia en las comunas de la Región Metropolitana, por la precariedad laboral. Esta se expresa por ejemplo en la necesidad de continuar trabajando y movilizándose, por contar con trabajos temporales y/o informales o dependientes, que a pesar de las medidas de confinamiento no cesan sus funciones. Ante este contexto sanitario, los pueblos ponen en práctica factores protectores que emanan de sus formas de vida, conocimientos y experiencias ante otras situaciones de crisis o enfermedades.
● Desde la perspectiva cultural de los pueblos, la pandemia del COVID-19 reactivará una memoria de pestes y enfermedades en los pueblos y la afectación que ello les causó en otros momentos de la historia y que han debido superar a partir de sus propias estrategias de sobrevivencia.
● Las políticas públicas que emanan desde el gobierno central se caracterizan como poco pertinentes y altamente centralizadas. Estas son diseñadas sin considerar los determinantes sociales y factores culturales que inciden de forma diferenciada en la afectación de la pandemia y cómo hacer frente a esta situación de acuerdo con las particularidades de los territorios.
● A partir de la necesidad de asumir nuevas responsabilidades en este contexto de emergencia, las labores de los funcionarios locales se ven reestructuradas en función de la pandemia, con escasos recursos y capacitaciones adicionales, pero que a pesar de eso implementan sus acciones con mayor pertinencia.
● Los municipios y los gobiernos regionales van a desarrollar e implementar estrategias propias para enfrentar de mejor forma el control de la pandemia. Se desarrollan diversas estrategias, tales como: trabajo en terreno, activación de vínculos con las organizaciones indígenas y afrodescendientes por medios virtuales, generación de formas de comunicación más pertinentes tales como uso de la radio, material de difusión y mensajes personalizados y el fomento de encuentros y seminarios virtuales para fortalecer los vínculos sociales.
● A pesar de la existencia de la Norma 820, que exige el registro de pertenencia a un pueblo indígena, la pregunta de adscripción a un pueblo indígena no se realiza de forma adecuada. Esto se observó en el proceso de vacunación, donde se constata que la pregunta en muchos casos no se efectúa, siendo llenada por los funcionarios bajo su discrecionalidad. En relación con el pueblo tribal afrodescendiente no existe la variable, por lo cual es imposible generar información específica.
● Respecto del proceso de vacunación, se identifica una tendencia positiva hacia la vacunación especialmente en los adultos mayores. De igual manera, se describen diversos factores que llevan a que la población indígena y afrodescendiente no se vacune, entre ellos destaca: población que no acude al sistema biomédico y se atiende con la medicina propia indígena, desconfianza de la vacuna por considerarse “nueva”, temor por el desconocimiento de sus efectos secundarios o se comparten ideas sobre el origen de la vacuna que se transmite como rumor o por las redes sociales. Sin embargo, el pase de movilidad incentivó a la población a vacunarse, especialmente en los jóvenes.