La UC reflexiona sobre el impacto y huella de Roser Bru
Premio Nacional de Artes Plásticas 2015 y académica de la Escuela de Arte UC, la artista falleció este miércoles 26 de mayo a los 98 años. Desde esta comunidad, compartimos algunos recuerdos y la importancia de su legado.
Roser Bru llegó como inmigrante, sobreviviendo a un horror. Un viaje doloroso a bordo del icónico Winnipeg, a sus 16 años, escapando como refugiada de la Guerra Civil Española. La vida que vino después es la de una intelectual y artista, quien llegó a escuchar y retratar a esta nueva tierra desde ese desarraigo propio. Hoy, el país y la comunidad que la conoció contemplan la obra de la Premio Nacional de Artes Plásticas 2015, tras su fallecimiento este miércoles 26 de mayo, a los 98 años.
“Las artes visuales en Chile le deben una parte importante de su legado a Roser Bru, artista que dejó una impronta imborrable en nuestro país. Creadora, maestra y formadora de tantas generaciones de estudiantes, hoy la despedimos y celebramos su obra imprescindible, que le valió el Premio Nacional el 2015 y el reconocimiento transversal de sus pares. Fue una de las primeras mujeres en sumarse al Taller 99, que marcó una época en la pintura y el grabado en Chile”, dice el rector Ignacio Sánchez.
Roser Bru, académica de la Escuela de Arte UC entre 1964 y 1968, marcó la cultura nacional no solo por su estilo vanguardista, sino que también por su gran voluntad y generosidad con sus compañeras y compañeros del mundo creativo. Su habilidad de formar vínculos y alzar su voz en tiempos complejos, es algo que se repite entre quienes pudieron conocerla.
“A Roser Bru le interesaba mucho el otro, se conmovía con las historias de otros; en especial, si eran biografías marcadas por la tragedia. Además, fue una mujer que, a través de su arte, contribuyó a visibilizar la complejidad de la condición femenina. Su relación con sus colegas artistas era muy buena, era una mujer respetada y querida por la mayoría. Hizo clases en la Escuela de Arte UC hasta 1968; o sea, colaboró a formar a las primeras generaciones que entraron a estudiar a la Escuela de Arte UC”, destaca la también académica Claudia Campaña, quien escribió dos libros en los que colaboró estrechamente con la artista: El arte de la cita. Velázquez en la obra de Bru y Cienfuegos (2008); Roser Bru: un gesto de simetría (2019).
“Las artes visuales en Chile le deben una parte importante de su legado a Roser Bru, artista que dejó una impronta imborrable en nuestro país. Creadora, maestra y formadora de tantas generaciones de estudiantes, hoy la despedimos y celebramos su obra imprescindible"- rector Ignacio Sánchez.
Al momento de comunicar su fallecimiento, desde la Fundación Roser Bru destacaron cómo la pintora llegó a Chile en 1939, cuando “aún no había terminado el colegio. El mismo año de su llegada entró a la Escuela de Bellas Artes en Santiago, donde realizó estudios libres de acuarela hasta 1942. Fue discípula de Pablo Burchard e Israel Roa”.
“Su calidad de refugiada de la Guerra Civil Española la marca no solo desde el sobrevivir, si no del qué hago ahora que sobreviví. No pudo no ser una voz crítica de las violaciones a los DD.HH. en Chile. Tras un viaje largo desde España, junto a un grupo de inmigrantes altamente lúcidos intelectualmente, Roser asume ese toque sensible de la desarraigada pero profundamente fuerte, con una voz crítica que la acompañó siempre. Nunca dejó de ser esa viajera del Winnipeg, que fue un acto de arraigo y desarraigo”, dice Rosa Droguett, académica del Instituto de Estética.
Una artista de diálogos
Para Droguett, docente e investigadora especialista en arte de vanguardias y expresiones artísticas del siglo XX, Roser Bru era una líder adelantada a su tiempo. Estratégica, valiente, asertiva, con una obra que es en sí un manifiesto. Su trabajo puede dividirse en dos etapas: la primera entre 1960 y 1973 denominada "Materias", en la que se aprecian figuras humanas de trazos simples. Y una segunda etapa, desde el 73 en adelante, conocida como "Desmaterializaciones", en la que predominan los cuerpos e incorpora nombres, números y hasta fotografías, con las que plasma los hechos políticos del Chile de la dictadura. Muy conocidas son sus pinturas de sandías, símbolo de la mujer, cuerpo y fertilidad.
“Siempre fue una mujer que generó diálogo, grupos de trabajo, no era solo ella y su voz crítica o su obra: sino que tenía la lucidez de sensibilizar a otros. Eso hizo de Roser una mujer que estuvo siempre creando. Ella trabajó desde el anclaje de la fuerza femenina, como un marco cultural fundamental que le da alimento a la mente y el alma”, dice Droguett.
Ese empuje de Roser fue especialmente necesario por la época en la que creció como artista, siendo de las primeras mujeres en destacarse en el área de las artes visuales.
“Mi mamá, que fue su compañera de generación, me cuenta que Roser donde estaba generaba atención, y que era muy generosa con otras artistas. Las mujeres de las décadas de los 30s, 40s y 50s -sobre todo en el ámbito de las artes-, requerían de una fuerza enorme para encontrar un lugar. Fue una líder de voz crítica en tiempos difíciles y no dejó nunca de tener ese talante. Sus vínculos generaron un espacio”, cuenta Droguett.
Entre sus obras más características está su trabajo retratando lunas, algo que recordó su propia nieta Amalà Saint-Pierre, al reflexionar sobre su fallecimiento: “Te fuiste a la misma hora del eclipse de Luna. ¡Qué sabia fuiste hasta el último momento! La Luna roja te llevó al lugar de las estrellas. Vuela alto, altísimo querida abuela, amiga, maestra, querida Roser. Te amo por siempre”.
La académica UC Claudia Campaña, quien tuvo varias oportunidades de compartir con Bru durante sus investigaciones, también resalta de ella esa cercanía de maestra.
“Para mí es y será siempre un muy querido ‘objeto de estudio’; una mujer que me recibió con los brazos abiertos, que compartió conmigo sus memorias. Alguien que me conmovió con su agradecimiento por mi investigación de su obra, me obsequió nada menos que 33 de sus trabajos y, en su mayoría, con dedicatoria. La recordaré siempre con profundo afecto y admiración. Conversamos muchos años por largas horas e incluso me dejó verla en plena acción; o sea, desarrollando su espontaneidad creativa, fui testigo de la génesis y producción de varias de sus pinturas”, recuerda Claudia Campaña.
Roser Bru recibió diversas distinciones en vida, desde el Primer Premio de Pintura, Salón Oficial, en Santiago, 1956; Premio de Honor en el Primer Salón Nacional de Gráfica de la Universidad Católica de Chile, 1978; una condecoración por el Rey Juan Carlos I de España con la Encomienda de la Orden de Isabel La Católica, en 1995; el Premio Altazor de las Artes Visuales, en 1999; el mismo premio en Pintura por Homenaje a Goya, Chile, el año 2000; el Premio Medalla al Orden del Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda, Chile, 2004; y la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, España, 2018.
“Fue un privilegio publicar sus citas y apropiaciones de los íconos velazqueños (Diego Velázquez), porque ello me permitió no solo entender en profundidad su trabajo sino que conocer su persona cálida, generosa, risueña, lúcida y energética. Era una mujer vital y de extraordinaria memoria. Tuvo una extensa, fructífera y coherente trayectoria artística. La excelencia de su trabajo gráfico y pictórico la convirtió, sin dudas, en un referente cultural”, reflexiona Claudia Campaña.
La Fundación Roser Bru comunicó que los restos de la artista serán velados públicamente el día jueves 27 de mayo, de 10 a 15 horas, en el Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, y posterior cremación en el Parque del Recuerdo (entrada por cinerario).