Una invitación a sintonizar con otros
Ante una crisis sanitaria y económica, salir de esta situación todos juntos pareciera ser la consigna. Es por esto que la Pastoral UC ha organizado este Mes de la Solidaridad que tradicionalmente celebramos en agosto, con un enfoque especial, para ayudar de forma concreta, ponernos en el lugar de quienes lo están pasando mal y conectarnos como comunidad.
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“Hay muchísimos, muchísimos hogares que están en situación extrema”.
Así lo afirma Alejandra Rasse, académica de la Escuela de Trabajo Social e investigadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, Cedeus. “La pandemia nos afecta a todos. Pero imagina una casa en condiciones de hacinamiento, con todos los niños adentro… súmale las personas que antes trabajaban -y que ahora se encuentran sin una fuente de ingresos- también adentro. Puede que no alcance la plata para el almuerzo, entonces hay que recurrir a una olla común. Tampoco para comprar gas para calefacción, lo que puede resultar crítico especialmente si hay niños pequeños o adultos mayores. Las tensiones naturales se intensifican. Imagina la presión económica y emocional que hay en esa familia. Es enorme”, dice la investigadora.
En el primer quintil -o 20% de la población más pobre- el 71% de las personas dependen de empleos informales, de acuerdo a la encuesta suplementaria de ingresos del INE (2017). Por lo general, los ingresos son menores con respecto a los empleos formales. A las familias en esta situación no les alcanza para tener ahorros, viven al día. “Inmediatamente se piensa en el ítem de alimentación: no hay plata para comer. Pero hay otros efectos: las familias pierden la capacidad de hacer cualquier pago, no van a poder pagar sus cuentas, si están arrendando -por muy bajo que sea ese valor- no van a poder continuar haciéndolo. Son varios los efectos a largo plazo”, acota Alejandra Rasse.
En los quintiles superiores el panorama también es difícil. “En Chile, la clase media no tiene la protección social con que sí cuenta en Europa. Aquí hay grupos de hogares con un nivel de ingreso alto, pero con una también alta vulnerabilidad en salud y educación. Dependen completamente de los ingresos de su trabajo y no tienen capacidad de ahorro, por lo que si pierden el empleo, presentan un deterioro muy rápido de sus condiciones de vida”, afirma la académica.
Y esto es precisamente lo que ha sucedido a raíz de la pandemia y también de la crisis social iniciada en octubre de 2019. Mucha gente que es independiente no ha podido ejercer o ha experimentado una brusca disminución de sus ingresos. Muchas empresas se han acogido a la Ley de Protección del Empleo, contando con un sueldo decreciente durante solo tres meses. Según un estudio de la consultora Kantar, en un 71% de los casos la pandemia afectó los ingresos del hogar. (ver artículo de La Tercera: “135 días de encierro: Diario de un edificio en pandemia”)
“En muchos hogares, la falta de ingresos impedirá el pago de créditos. El endeudamiento también genera importantes tensiones personales y en términos de roles familiares, lo que no solo puede llevar a fuertes conflictos, sino a problemas emocionales y psicológicos derivados de sentir que se ha fallado en el cumplimiento de una responsabilidad importante como la provisión del hogar o la respuesta frente al acreedor, entre otros motivos”, afirma la académica en el documento “Crisis socio-sanitaria y bienestar en territorios vulnerables: efectos y recomendaciones post- crisis”.
Aquí surgen preguntas como: ¿Tendré que cambiar a mis hijos de colegio? ¿Hasta cuándo puedo aguantar sin trabajo? ¿Iré a perder mi casa?... Con toda la angustia que ello conlleva.
"Aquí hay grupos de hogares con un nivel de ingreso alto, pero con una también alta vulnerabilidad en salud y educación. (...) si pierden el empleo, presentan un deterioro muy rápido de sus condiciones de vida” - Alejandra Rasse, académica Trabajo Social UC.
De acuerdo a la encuesta“La Pandemia en el Gran Santiago en Cuarentena. Barómetro del Trabajo”, realizada en junio pasado por MORI y la Fundación Instituto de Estudios Laborales, el 78% de los consultados afirma necesitar ayuda para salir de la crisis -especialmente aquellos que perciben ingresos hasta un millón- y el 75% dice que “ahora” es vulnerable. De acuerdo a esta misma encuesta, al 52% de los santiaguinos no les alcanza para llegar a fin de mes y uno de cada cinco tiene una sola comida caliente al día (21%).
A esto se suma el temor frente a la pandemia. Existe mucho cuidado de exponer a la
familia (78%) o a uno mismo (62%) a un posible contagio; las actividades que más preocupan son el enviar a los hijos e hijas al colegio (61%) y tomar el transporte público (59%), de acuerdo al informe Ipsos “Coronavirus en Chile. Medición 8, del 21 de julio pasado.
Y por otra parte, está el sufrimiento por los enfermos y fallecidos producto de la pandemia. “Hay mucha gente que ha perdido sus familiares. ¿Cómo los vamos a apoyar? Tenemos que hacernos cargo de eso como sociedad”, afirma Alejandra Rasse.
Experiencia compartida
¿Qué hacemos?
“No nos queda otra que salir de esta todos juntos”, responde Roberto González, académico de la Escuela de Psicología e investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, COES.
Es en estas situaciones de crisis justamente donde se pone a prueba la cohesión social de un grupo, de un país. Hay tres dimensiones de la cohesión -de acuerdo a "Social Cohesion Radar"-. La primera, son las relaciones sociales: hay alta cohesión cuando las personas tienen redes de apoyo, existe confianza interpersonal, se percibe un trato respetuoso y se acepta la diversidad social. La segunda es la conectividad: se constata un alto sentido de pertenencia e identificación nacional, alta confianza institucional y un sentido de justicia social generalizado.
La tercera dimensión de la cohesión social es el foco en el bien común. “Aquí es donde entra en juego la solidaridad”, dice Roberto González. Así como el respeto a las normas colectivas y la participación cívica.
“El aplauso colectivo a las ocho o nueve de la noche para reconocer la labor del personal médico, por ejemplo, es una expresión de solidaridad. Y también una señal de influencia normativa, es decir, impulsa a otros a seguir el mismo comportamiento”, explica el también miembro del Consejo Asesor para la Cohesión Social del Gobierno.
“Mi impresión es que en este contexto de pandemia han aumentado las expresiones de solidaridad, ya que las situaciones de disparidad son más visibles. Nos damos cuenta que en el país conviven realidades radicalmente distintas. Esto hace que la necesidad de otros se perciba como urgente, surgiendo muchas iniciativas de ayuda”, comenta el académico. Desde ollas comunes hasta reciclaje de computadores y teléfonos para que escolares puedan acceder a sus clases. “Lo que hace la solidaridad es ser un gran “driver” o conductor del bien común”, agrega González.
¿Y qué nos motiva a ser solidarios? Los factores son varios. Desde los individuales: satisfacción personal, encontrar un sentido de vida o aumentar los vínculos sociales. Hasta aquellos que tienen que ver con otros: altruismo, empatía, religiosidad. Finalmente, lo que nos lleva a tener comportamientos solidarios es una mezcla de todos estos elementos.
Pero en este contexto de crisis, hay algo más. “Compartir una experiencia de este tipo, la pandemia, nos pone a todos “en el mismo barco”. Crea un efecto y un sentido de identificación”, dice Roberto González y añade: “Cuando estás sintonizando con el dolor, tiene más relevancia ayudar a otros”.
"Nos damos cuenta que en el país conviven realidades radicalmente distintas. Esto hace que la necesidad de otros se perciba como urgente, surgiendo muchas iniciativas de ayuda” - Roberto González, académico Psicología UC.
Un Mes de la Solidaridad distinto
“La invitación a ser solidarios y el imperativo de ser solidarios, tienen que ver con nuestra humanidad: Ser solidarios es ser humanos, es hacernos uno con el prójimo y hacer que los dolores de nuestros hermanos sean también los nuestros”, afirma el padre Fernando Valdivieso, capellán general de la UC.
En agosto de cada año celebramos el Mes de la Solidaridad, en conmemoración del 18 de agosto, fecha en que se recuerda el fallecimiento del Padre Alberto Hurtado, verdadero símbolo de la ayuda al prójimo y la justicia social.
Este año el cariz es distinto: El grado de urgencia es mayor. Y también más personal. “Abramos los ojos al sufrimiento de los demás. Puede ser que yo mismo no lo esté pasando muy bien -incertidumbre, cansancio, soledad, enfermedad-. Ese dolor, lejos de cerrarme al otro, puede permitirme ser más empático y acoger mejor el sufrimiento del otro. Porque sé lo que se siente, lo que pesa, y cuánto ayuda una compañía afectuosa, una mano amiga”, dice el padre Valdivieso.
“La invitación a ser solidarios y el imperativo de ser solidarios, tienen que ver con nuestra humanidad: Ser solidarios es ser humanos, es hacernos uno con el prójimo " - Fernando Valdivieso, capellán general UC.
Es por esto que la Pastoral UC organizó varias actividades para conmemorar este mes, en el contexto del lema "Cristo sufre hoy". “La campaña busca hacer corazones más solidarios, por un lado visibilizando las diferentes realidades que viven nuestros hermanos que están sufriendo y pasándolo mal a causa de las crisis, mostrando diferentes alternativas e iniciativas para ponernos a su servicio. Por otro lado, nos motiva a ejercer la solidaridad en nuestra misma comunidad universitaria, viendo quienes sufren a mi lado y ver cómo poder ayudarlos en este tiempo”, afirma el Capellán de la UC, y añade: “Esta campaña quiere poner en los corazones un sello solidario, para que este permanezca mucho más allá del mes de la solidaridad”.
La primera iniciativa es “Ayuda al campamento Dignidad, de San Bernardo”. El llamado es a hacer una donación de dinero para las 120 familias que viven en este campamento. Con lo recaudado se comprarán y entregarán alimentos, frazadas, mascarillas y alcohol gel.
La segunda es “Cartas de esperanza”. La invitación es a escribir una carta con un mensaje de esperanza y ánimo a una persona interna en la ex Penitenciaría de Santiago o del Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín.
“Vive la solidaridad en comunidad” es la tercera iniciativa, la que busca crear lazos y amistades. Mediante reuniones semanales, y por medio de la lectura del Evangelio, busca ser una compañía real, especialmente en momentos de dificultad.
Junto a ellas existen una serie de otras iniciativas en las que también se puede ayudar: Apoyo a familias de Puente Alto, mascarillas y gorros a hospitales; “Yo te ayudo”, acompañamiento y apoyo término escolaridad adultos mayores, ayuda al comedor San José y “¡Regalemos sonrisas a niños en hospitales!”, por solo nombrar algunas.
Como concluye el padre Valdivieso, “no olvidemos que, el que sufre, muchas veces está más cerca de lo que pensamos. Yo quiero hacerles la invitación a mirar a nuestro entorno y tratar de descubrir quiénes no lo están pasando bien y de qué manera, con un gesto, con unas palabras, podemos ayudarlos, y hacerles más llevaderos estos momentos”.