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El País

A cinco años del estallido social en Chile


Foto de Juan Pablo Luna
Profesor Escuela de Gobierno e investigador IMFD
El académico de la Escuela de Gobierno de la UC dice que la desconexión de la clase política con la ciudadanía ya se vislumbraba en el año 2000, y que se vio agudizada antes y después del estallido social, del que se cumplen cinco años.

Las tapas interiores de "¿Democracia muerta?. Chile, América Latina y un modelo estallido" (Ariel, Planeta), el último libro del académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica de Chile (UC), Juan Pablo Luna (Montevideo, 50 años), contienen varios escritos a máquina que parecen una señal de quien se convertiría 40 años después. En ellos, con ojos de niño, habla de pactos, de partidos políticos y se contenta de que “llegan las elecciones”, cuando acababa la dictadura en Uruguay (1973-1985). En la introducción recuerda que tenía 10 años cuando los redactó, “y muchísimos problemas de ortografía”, bromea. Pero el telón de fondo es que, ahora que lo piensa, era una “crónica de la transición uruguaya”. “El texto ilustra, creo, dos pulsiones centrales: la alegría por la llegada de la democracia y lo precario que se percibía el proceso de democratización en ese entonces”.

¿Democracia muerta?, ha escrito Luna, no es un libro académico ni tampoco uno que “pontifica las virtudes de la democracia”, pero, como cuenta que repetía su padre, “la democracia es como los refrigeradores. Está ahí, pero solo la valoramos cuando viene un apagón y se nos pudre todo”. (...)

¿Cómo ve el estallido social ahora que se cumplen cinco años?
Estamos muy pegados en mirar el estallido como un evento que tiene consecuencias para adelante, pero fue la manifestación aguda, el síntoma, de un proceso que viene de mucho más atrás, que empieza en comunidades locales, protestando a nivel muy micro en torno a cuestiones muy particulares. La desconexión, el circo de la política, y la vida de la ciudadanía, sus intereses y demandas, vienen de muy atrás. Por eso hablo de una sociedad estallada, una sociedad rota. Eso tiene mucho que ver también con esta imposibilidad de la política de representar a la sociedad, de construir proyectos colectivos que le hagan sentido a la ciudadanía.

¿Qué ve hoy?
Tenemos candidatos y liderazgos que empatizan en un momento con el sentir ciudadano, pero que rápidamente pierden capacidad de articular el conflicto y de liderar. Pero esto no solo pasa en Chile, es uno de los síndromes actuales. Hay una crisis de representación de la cual no sabemos cómo salir bien. Y eso es lo que hay que empezar a pensar más seriamente. (...)

¿En qué momento está Chile?
Estamos en una situación en la que la debilidad de los partidos tiene que ver con que la política electoral ha devenido en un juego de personalidades, donde las expresiones colectivas, los partidos, etcétera, son cada vez más débiles. Esto implica, por ejemplo, el discolaje en el Congreso. A todos les conviene ser díscolos, en el corto plazo. Y eso no dura mucho ni construye poder, pero eventualmente gana elecciones. Estamos en un contexto en el cual, y es algo que he tratado de decir desde hace mucho, ganar una elección no significa tener poder en Chile ni tener poder en las sociedades contemporáneas. (...)

 


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