El humor: un medio de sanación y esperanza
Los tiempos que corren no parecen propicios para el buen humor. Muchas veces vemos rostros de personas agobiadas y tristes por dificultades económicas, enfermedades, conflictos y un sinnúmero de amenazas potenciales a la vida personal y social. Sin desconocer estos hechos, es posible y necesario apreciar y cultivar el buen humor, puesto que, como afirmó el Papa Francisco en un encuentro con humoristas de todo el mundo, es "el mejor antídoto contra el egoísmo y el individualismo" que están en la base de muchos de los males del presente.
El humor es algo que hay que tomar en serio. No es la risa fácil por el tortazo en la cara o la burla por el tropiezo ajeno. No es tampoco el optimismo ingenuo y superficial que prefiere ignorar los problemas. Por el contrario, el humor los pone al descubierto y permite reconocerlos, así como también las maravillas, los dones y las oportunidades que hermosean la vida, contribuyendo a enfrentar las dificultades con ánimo alegre y promoviendo el encuentro, la amistad y la colaboración entre los seres humanos.
Es cierto que, como toda acción humana, el
humor puede ser también puesto al servicio de conductas banales y crueles. El criterio para no incurrir en ese mal uso es el amor a los demás y a sí mismo. No se trata de un sentimentalismo superficial, sino de saber discernir lo que contribuye a sanar los dolores y fortalecer la esperanza de una vida plena. Sabemos que ello no depende únicamente de las fuerzas humanas, sino en gran medida de la libre apertura a la gracia de Dios, cuyos dones perfeccionan y alegran el espíritu de las personas de buena voluntad. (…)
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