Fe, globalización y comunión
El concepto de mundo globalizado está relacionado, por lo general, a una integración económica mundial, que crece cada día más con los nuevos desarrollos tecnológicos. Sin embargo, reducir la unificación de nuestro planeta a estos términos, es obviar otros aspectos trascendentales del ser humano.
En el diccionario de la lengua española encontramos la definición de globalizar, verbo del que deriva el adjetivo globalizado. En su segunda acepción, se define como “Universalizar, dar a algo carácter mundial”. Como católicos, no nos podemos quedar indiferentes, ya que somos apóstoles de la más importante globalización: la salvación.
El mismo Dios, al darse a conocer al mundo, comenzó manifestando su amor a un pueblo pequeño, y luego, a través de su Hijo, se universalizó en el mundo: la eternidad se globalizó, abriendo sus puertas a todo hombre y mujer. El mundo globalizado es aquel donde todos podemos aspirar a la eternidad, y la fe es el fuego que lo ilumina en el amor.
Jesús no se quedó en su pueblo de origen con sus cercanos. Desde Nazaret salió al encuentro de judíos, samaritanos y romanos, usando el amor como lenguaje. Y nosotros somos apóstoles de su legado. Este camino ya no lo hacemos solos. Desde que Jesús le dio a su discípulo amado —y, por consiguiente, a toda la humanidad— a la Virgen como madre, recorremos como hermanos los caminos de Dios bajo el amparo de María.