Hacer de la interrupción un camino
Mientras la pandemia nos sigue colocando en una “gran sala de espera” colectiva, nos preguntamos día tras día ¿cuándo empezará su fin? ¿en qué momento podremos retomar el ritmo y la forma de nuestras actividades, vínculos y proyectos? ¿cuánto queda para dejar atrás definitivamente tanta incertidumbre? Estamos ya muy cansados y estas preguntas parecen apremiantes. El ser humano siempre ha tenido una relación compleja con el tiempo, pero seguramente desde la modernidad hasta esta parte esta relación se ha vuelto tortuosa.
Grandes pensadores como Goethe, Baudelaire, Thomas Mann, han observado la aceleración de la vida social, cultural e incluso espiritual. Desde las ciencias sociales se habla hoy de una teoría crítica de la temporalidad, junto al análisis de procesos de aceleración y alienación típicos de la división del trabajo. Estamos en una sociedad que permite y requiere rapidez, optimización, velocidad, productividad, es decir, hacer más con menos tiempo, aprovechar cada microsegundo, alcanzar las metas lo antes posible. ¿Cómo es que amanecemos con la sensación de estar ya atrasados desde que abrimos los ojos? Quienes no están al ritmo, arriesgan, de hecho, ser olvidados en los márgenes, quedarse atrás o a un costado, definitivamente excluidos. (...)
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