Hacer sociedad desde nuestras diferencias
La ciudadanía es un espacio en donde todos nos podemos encontrar como iguales: todos somos ciudadanos. Niños o adultos, hombres o mujeres, nacidos aquí o en otro lugar, somos ciudadanos en tanto tenemos ciertos derechos fundamentales: a la vida, a la salud, a un techo digno, a expresarnos, a participar de las decisiones que repercuten sobre nuestras vidas.
Parte esencial de la ciudadanía es el reconocimiento: reconocer, en lo profundo, que el otro es igual a mí en dignidad y derechos. Que pese a todas las diferencias que podamos tener, es un ciudadano, igual que yo.
Somos muy diferentes. Tenemos experiencias muy distintas, y saberes muy diversos. Por esto, encontrarnos como iguales en lo ciudadano es un esfuerzo. La segregación de nuestras ciudades y escuelas colabora en esto: no solo somos distintos, sino que muchas veces ni siquiera nos vemos. La forma en que circula la información hoy en día, a través de redes sociales en que nos encontramos más entre iguales que con otros distintos, enfatizan en las diferencias más que en las cosas que nos unen. A veces parece que no tenemos absolutamente nada en común con quienes piensan distinto o llevan vidas muy lejos de la nuestra. La crítica, la burla, y la violencia aparecen como el camino más común, o incluso el más razonable frente a diferencias que nos parecen irreconciliables. Precisamente por eso necesitamos reconocer que hay un espacio en que nadie es más importante, y en que todos somos valiosos y necesarios. No podemos conformar una sociedad desde nuestras vidas individuales, tampoco desde nuestro grupo de amigos y conocidos. Solo podemos hacer sociedad juntos, desde nuestras diferencias. (…)
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