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Una Reflexión Semanal

La amistad cívica, un pilar esencial para fortalecer la democracia


Foto de Sylvia Saavedra
Directora ejecutiva Centro de Resolución Alternativa de Conflictos CREA - UCT
"Desde nuestra identidad católica, el fortalecer la democracia a través de la amistad cívica involucra vivir los valores del Evangelio en la vida pública, comprometerse en ser testimonio, a través de la caridad, la justicia y el amor al prójimo".

La democracia, como forma de gobierno, no solo se basa en votar, participar y elegir autoridades, sino también en valores y principios que la sostienen; entre ellos, la amistad cívica, un pilar esencial para el fortalecimiento del tejido de una sociedad democrática, invita a las personas a tratarse con respeto pese a sus diferencias, a reconocer al otro en su individualidad, visibilizándolo como un legítimo otro, que desde el Evangelio es mi prójimo, mi hermano, mi hermana, con quien construyo sociedad, quien tiene su propia forma de ver el mundo, cosmovisión y perspectiva, donde afloran una diversidad de opiniones y pareceres, posiciones e intereses. Es ahí donde surge la amistad cívica que, iluminada por la fe, la esperanza y la caridad, hace que podamos seguir caminando juntos, pese a nuestras diferencias, pues son más los intereses comunes que nos unen que los que nos dividen. En lo medular, en lo esencial, compartimos el mismo interés: la justicia y el bien común. 

Sin esta amistad cívica estaremos en permanente conflicto y la fragmentación resulta inevitable. Este componente esencial de la vida social y política es necesario para la cohesión de la comunidad y el fundamento desde donde se construyen las demás relaciones sociales. En relación con el conflicto, también sabemos que es connatural a nuestra existencia humana, por lo que la clave será determinar cómo gestionamos nuestros conflictos, especialmente los sociales, en el marco de una sociedad democrática cada vez más compleja, donde el diálogo es la clave.

Santo Tomás nos da luces al respecto en la "Suma Teológica" (II-II, q. 23, a. 1), donde explica que la caridad une a los hombres en Dios, y es la base de una comunidad justa y armoniosa. La caridad no es solo amor a Dios, sino también amor al prójimo, que fomenta la paz y la unidad en la sociedad. (…)


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