La buena noticia de la vocación
Hablamos de vocación para esas cosas que se hacen porque nacen de dentro, porque a uno le gustan y porque nos sentimos llamados a hacerlas. Decimos vocación, en contraposición con quehaceres que tenemos que desempeñar por deber o que alguno ha decidido hacer con motivaciones mezquinas (propias o impuestas), que lo tienen en un quehacer que no le gusta, para el cual no tiene ese llamado.
Desde la fe, la palabra vocación (que viene del latín vocare = llamar) toma un contenido profundo si se considera que el “llamado” del que hablamos es el llamado lleno de ternura de Dios que, como el mejor de los padres, llama a sus hijos convocándolos para desempeñar con todas las energías y potencialidades de cada uno, el proyecto del Reino de Dios.
El llamado del Buen Dios es el mismo para todos: “amar”. Al mismo tiempo la invitación es específica para cada uno, es concreto y personal.