La interculturalidad como vehículo de cohesión social en la vida parroquial
Esta diversidad cultural nos impone importantes desafíos como sociedad y especialmente en nuestros templos y parroquias, donde abundan cada vez más hombres y mujeres de toda raza, lengua, pueblo y nación. El Santo Padre, en su mensaje al Foro Social Mundial de las Migraciones en México (2018), nos invitó a tener un rol activo para acoger, proteger, promover e integrar a los diferentes pueblos. Esta es una tarea a la que todos los miembros de nuestra comunidad debemos contribuir. ¿Por qué?
Porque la religión, y especialmente la fe en Cristo, trasciende las culturas, y permite establecer la base para una auténtica cohesión social, es decir un vínculo que no hace distinción alguna entre las personas, y que las acoge independientemente de su raza o nacionalidad. Cristo es el gran cohesionador, todos somos uno en Cristo Jesús, dice San Pablo. La experiencia cotidiana de la fe en nuestras parroquias será completa y profunda en la medida que fortalezca la calidad de nuestros vínculos sociales, promueva la confianza interpersonal, el trato digno y la valoración de la diversidad cultural; contribuya a satisfacer la necesidad de pertenencia, fortaleciendo nuestra identificación con la iglesia en su conjunto; y, por último, promueva la solidaridad y participación de toda su comunidad en torno al bien común. Todos estos aspectos centrales de la cohesión social deben expresarse naturalmente en la vida cotidiana de nuestros templos y parroquias, uno de los pocos lugares donde tenemos la oportunidad de experimentar la interculturalidad en un ambiente de diálogo, amabilidad y comprensión mutua. (…)
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