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Una Reflexión Semanal

Navidad, una historia de fe


Foto de Pbro. Mauricio Albornoz
Decano Facultad Ciencias Religiosas y Filosóficas, Universidad Católica del Maule
La pregunta por el nacimiento de Cristo llena el corazón de quienes en este tiempo nos dejamos impresionar por el misterio de Dios que se ha hecho carne (Jn 1,14). Esa misma inquietud nos sugiere redescubrir la Navidad de un modo permanente, no solo como una fecha especial, sino como un acontecimiento transformador de la vida y de la historia".

La palabra "Navidad" proviene del concepto latino nativitas (natividad), que significa nacimiento, y con él hacemos referencia al nacimiento de Cristo, que celebramos cada 25 de diciembre. No obstante, sabemos bien que en ninguna parte de la Biblia se habla de la fecha exacta del nacimiento de Jesús, lo que hace suponer que, para el hagiógrafo, es decir, para quien pone el texto por escrito, y para la comunidad cristiana primitiva, el dato exacto no tuvo relevancia mayor.

La celebración de la Navidad como hoy la conocemos nos habla más de un acontecimiento que de una fecha, y, en tanto acontecimiento, fue reconocida oficialmente unos 300 años más tarde a la pascua de Jesús. En concreto, tras la conversión del emperador Constantino al cristianismo, se posibilitó que la fe en Jesús y la celebración de la Navidad -junto a los distintos momentos en torno a la vida y muerte de Cristo- se pudiesen públicamente confesar, comenzando a tener relevancia cultural de un modo mucho más preponderante. Lo que constatamos es que, cristianamente hablando, la celebración navideña se vive o se debiera vivir mucho más en torno a un acontecimiento que a una fecha, en donde lo relevante es aquello que se celebra por sobre el dato cronológico.

En efecto, los primeros cristianos se basaron en una tradición judía que fijaba, para los profetas, su fecha de fallecimiento y de su concepción en el mismo día, lo que hizo coincidir la muerte de Jesús con su nacimiento nueve meses después, fijándose para el 25 de diciembre.

Esta fecha coincidía con la celebración del Sol invictus del imperio romano, celebración dedicada al Dios sol, celebrado cuando la luz del día comenzaba a aumentar después del solsticio de invierno. Así, el acontecimiento del Dios encarnado predominó, permeando de espíritu cristiano la cultura de occidente y transformándose en una realidad que encontró amplia acogida. La humildad, la esperanza, el valor de la fragilidad comenzaron a verse fortalecidos con la llegada del pequeño niño, y el Dios hecho hombre, que quiso poner su morada entre nosotros, fue eclipsando del todo a la fiesta del dios Sol, devolviendo la conciencia frágil a la humanidad, llenándola de inspiración. (...)

 


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