San José y su silencio heroico
El tiempo que estamos viviendo plantea exigencias particulares en el seguimiento de Cristo y su caridad nos urge, exigiéndonos que frente a situaciones excepcionales tengamos respuestas excepcionales. Nos invita a que desarrollemos los sentidos y podamos ver y oír la presencia y las necesidades de otros, a tener la disposición a aproximarnos a los demás, sentir su presencia y conocer de un modo más rico y sensible los retos y desafíos que a diario nos pone la vida y la invitación a la santidad que ello supone para quien sigue y quiere caminar con Cristo.
Quien caminó con Jesús durante muchos años fue San José que aparece como una figura iluminadora para estos días, pues expresa la santidad de quién no busca ser protagonista, de quien está dispuesto a dar todo de sí para cuidar a María y a Jesús, que escucha y discierne, que desde el silencio y el ejercicio de la libertad cotidiana enseñó a su hijo un oficio, la piedad y a vivir como un hombre de su tiempo. La Iglesia consagró a San José como patrono hace 150 años atrás, de manera oficial y formal pues desde mucho antes esa figura sólida, generosa, valiente, silenciosa y atenta a los demás estuvo presente en la vida cotidiana de los cristianos. Se trata de un santo doméstico que vive con su familia y sirve a Dios y a los demás con su trabajo cotidiano realizando al mismo tiempo la tarea única de criar al Redentor.