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Una Reflexión Semanal

Solidaridad, ser en el otro


Foto de Pbro. Alejandro Vial
Vicario de la Pastoral Social Caritas
A la luz de la figura de san Alberto Hurtado, podríamos preguntarnos ¿cómo interactuamos unos con otros? ¿Cómo nos relacionamos? ¿Quién soy yo para los otros? ¿Quiénes son los otros para mí? Al responder estas preguntas podremos descubrir la visión que tenemos del ser humano y lo que es vivir en sociedad".

Con el inicio de agosto y el próximo 18 de este mes, celebramos el mes de la solidaridad y a san Alberto Hurtado, respectivamente, quien se caracterizó por vivir la solidaridad auténticamente en plenitud en nuestro país, pero también cómo ejemplo mundial de entrega y caridad.

Esta solidaridad surge, en primer lugar, de su fe, de saberse amado por Dios hasta el extremo y entenderse parte del pueblo de Dios, o como diría san Pablo a los corintios, del Cuerpo Místico de Cristo. San Alberto Hurtado nunca se sintió ajeno a lo que les sucedía a los demás, sentía como propio el dolor y el sufrimiento ajenos, pero también se gozaba con las alegrías y logros de los otros, porque comprendía que en él y en los otros habita Cristo, un Cristo que tiene rostro.

A la luz de la figura de san Alberto Hurtado, podríamos preguntarnos ¿cómo interactuamos unos con otros? ¿Cómo nos relacionamos? ¿Quién soy yo para los otros? ¿Quiénes son los otros para mí? Al responder estas preguntas podremos descubrir la visión que tenemos del ser humano y lo que es vivir en sociedad.
Podríamos vernos unos a otros como constantes amenazas, como competencia, con la necesidad de destacar sobre los demás. Una mirada puesta en el poseer y en el dominio me lleva a considerar a las personas como competidoras y, por lo tanto, como una amenaza para mis objetivos;
tengo que estar siempre alerta, porque mi meta es ser un ganador, no puedo mostrar debilidad. Esta mentalidad nos puede llevar a vivir con ansiedad, angustia y miedo, porque todo lo que he conseguido no lo puedo perder, tengo que cuidarlo y protegerlo. Pero ¿podemos vivir encerrados en nosotros mismos, desentendiéndonos de la suerte de los demás? ¿Vivir sintiéndonos amenazados o con miedo constante?

Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, un Dios que es comunión de personas y que vive en cada una. Cuando hablamos de personas destacamos la capacidad de relacionarse, a diferencia de los individuos, donde ponemos el énfasis en lo particular, en lo propio. Desde el origen de nuestra vida dependemos de otros. Primero serán nuestros padres que nos engendraron, luego quienes nos educaron y formaron, para después empezar a crear una red de relaciones que nos permiten desarrollarnos y caminar en este mundo. (...)


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