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Una Reflexión Semanal

Transfiguración: una escuela de amistad


Foto de Pbro. Federico Ponzoni
Profesor Instituto Filosofía y asesor de Pastoral UC
"Somos una sociedad muy acostumbrada en pensar la felicidad como un sentimiento personal, una emoción, algo que, por lo tanto, se experimenta en soledad, como individuos. Por eso quizás resulte sorpresiva la afirmación que para que una vida sea feliz es necesario que una persona tenga amigos".

Aristóteles tiene sobre el tema de la felicidad una reflexión tan profunda que no ha perdido interés después de más de dos mil quinientos años. Afirma que es una vida entera la que puede y debe (si es el caso) ser llamada feliz. Somos una sociedad muy acostumbrada en pensar la felicidad como un sentimiento personal, una emoción, algo que, por lo tanto, se experimenta en soledad, como individuos. Por eso quizás resulte sorpresiva la afirmación que para que una vida sea feliz es necesario que una persona tenga amigos. Esta constatación, simple y profunda a la vez, nos lleva a una conclusión muy fuerte: es evidente que la amistad es un bien para perseguir y que a una vida sin amistad le faltaría un bien esencial.

Jesús también habló de amistad y felicidad. Entre los capítulos 13 y 17 del evangelio según san Juan se desarrolla el último discurso que Jesús pronuncia a los apóstoles antes de su pasión. Se trata de un momento dramático y tenso en la vida de Jesús y por eso podemos, por cierto, suponer que lo dicho en esa ocasión revista una especial relevancia y urgencia. En esta ocasión, Jesús declara que la razón por la cual está hablando es que la alegría de los que lo escuchan sea perfecta (Jn 15,11) y unas líneas después añade que las personas a las que está hablando son sus amigos (Jn 15,15). Jesús llama amigos a sus discípulos y pone la amistad con él como una fuente de profundo gozo, de alegría.

Algunas breves consideraciones teológicas nos pueden ayudar a profundizar en esto. Reflexionemos por un momento: Dios es amor y el amor consiste, entre otras cosas, en desear con pasión la felicidad de las personas amadas. Es así como un dios que es amor no puede sino querer establecer un nexo de amistad con los seres humanos que ama. Aristóteles es muy específico en declarar que no se puede ser amigos si es que no se "comparte el pan", indicando así que para que una amistad sea tal es necesario que los amigos compartan tiempo, en presencia, en situaciones donde la comunicación cara a cara e íntima sea posible. Para ser amigo del ser humano, Dios ha querido asumir un cuerpo y así poder compartir el pan. Este tipo de amistad requiere un conocimiento reciproco cada vez más perfecto. Que Dios haya querido asumir una carne humana significa que Cristo ha asumido todo de la naturaleza humana (menos el pecado), incluso el hecho de que las amistades se construyen en el tiempo y tienen etapas de crecimiento. Dos grandes amigos se conocen recíprocamente en profundidad, pero este conocimiento no es inmediato, va por etapas. En la historia de una amistad hay etapas y momentos especiales en los cuales la intimidad y el conocimiento reciproco crecen. Cuando una persona revela algo importante de sí a un amigo, algo que el amigo solo podía haber intuido sin tener certeza, la amistad se renueva y profundiza. (…)


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