Es función de la ética definir principios y normas que guíen el comportamiento humano con miras al respeto mutuo y al bien común. Contrario a lo que podría pensarse, la ética es una disciplina eminentemente práctica, que trasciende el mero análisis de lo bueno o malo, y que orienta la aplicación de esos principios a situaciones concretas. Las infracciones a dichas normas corresponden a faltas éticas, y lesionan gravemente nuestra vida en sociedad.
Los actuales niveles de transparencia dan visibilidad a un mayor número de faltas a la ética, lo cual nos ofrece una gran oportunidad para trabajar en la superación de estas situaciones.
¿Qué podemos hacer entonces para promover conductas éticas tanto a nivel individual como institucional? En cuanto a lo individual, lo formativo es esencial. Para ello, los establecimientos educacionales, desde el nivel preescolar hasta la educación superior, tienen la misión de formar una ciudadanía con un hábito de discernimiento ético, capaz de reconocer y de hacerse responsables de las implicancias éticas de sus decisiones y acciones. Las comunidades educativas son una instancia privilegiada para enseñar los principios y normativas que deben guiar nuestro comportamiento ético, pero, además, para ponerlos en la práctica. (...)