Vulnerabilidad humana y responsabilidad por los demás
En nuestra vida cotidiana usamos frecuentemente la palabra "vulnerabilidad". Tenemos la expectativa de que al hacerlo estamos entendiendo todos más o menos lo mismo: hablamos de poblaciones vulnerables, de adultos vulnerables, de la vulnerabilidad que se experimenta en la infancia y de lo vulnerable que se encuentra un enfermo. Hablamos del otro o de la otra vulnerable, quien en el mejor de los casos nos mueve a la compasión, muchas veces también lástima. Hablamos de cómo la creciente violencia en nuestras grandes ciudades, y en muchos otros lugares del mundo, nos hace sentirnos vulnerables a nosotros mismos.
Es verdad que el mismo término vulnerabilidad originalmente remite al daño. Vulnerabilidad proviene del latín vulnus (herida). Y es por eso por lo que nos equivocamos, pues nadie busca ser herido. Pero la palabra vulnerabilidad remite a la capacidad de ser "herible", no al hecho realizado de esa herida. La vulnerabilidad es una cualidad de nuestra humanidad, no la actualización de su vulneración.
La herida, el riesgo de ser herido, es condición de posibilidad de un tipo de relación interpersonal que aspira a la profundidad, a la "vida buena". La vulnerabilidad humana podría ser comprendida como la capacidad de ser permeables para dejarse afectar por otros y por otras, por lo otro, por El Otro. Esto significa que se requiere ser vulnerables -como la vida misma nos enseña- para amar, para confiar, para vincularnos, para entregarnos. (…)
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