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Acerca del Cardenal Newman y su reciente canonización


Tomás Scherz, presbítero y Vice Gran Canciller de la UC reflexiona en esta columna sobre el valor de la búsqueda de la verdad y el saber universal. Recuerda, además, las palabras que dejó el Papa Francisco en su paso por Chile acerca del rol de las universidades “deben ser un laboratorio para el futuro del país”.

John Henry Newman

photo_camera Este domingo 13 de octubre el Papa Francisco celebró la canonización del Cardenal John Henry Newman. (Foto: Wikipedia)

El domingo 13 de octubre fue canonizado John Henry Newman (1801-1890), sacerdote anglicano que terminó siendo Cardenal de la Iglesia Católica, y que fue uno de los humanistas más agudos del siglo XIX. Que su pensamiento no queda atado a una caricatura decimonónica se deja ver en su manera de concebir la universidad: “¿Hemos de limitar nuestra idea de saber universitario por la experiencia de nuestros sentidos? En tal caso, hemos de excluir la ética. ¿Por la evidencia de la intuición? En tal caso prescindiríamos de la historia. ¿Por el testimonio? Excluiríamos entonces la metafísica. ¿Por el razonamiento abstracto? Habríamos eliminado las ciencias físicas”

Y para tampoco excluir la teología, continuaba: “¿Acaso no nos es la existencia de Dios testimoniada en la historia, inferida mediante un proceso inductivo, traída a nuestra mente por la necesidad metafísica, y urgida en nosotros por la voz de la conciencia?”

Sí, “la universidad es un lugar que enseña el saber universal”. Por ello, la genuina educación universitaria no se caracteriza inicialmente por procurar una extensión del conocimiento de cada una de sus ciencias, o por una excelente, pero atomizada capacitación profesional. Se trataba de “un hábito de la mente que dura toda la vida y cuyas características son libertad, sentido de justicia, serenidad, moderación y sabiduría. Es en suma lo que (…) me he atrevido a denominar un hábito filosófico. Esto es lo que considero el fruto singular de la educación suministrada por una universidad, en contraste con otros lugares o modos de enseñanza”. Desde este punto de vista reivindicaba una “educación liberal” (que no es lo mismo que un adoctrinamiento del pensamiento liberal), en el sentido de opuesto a “servil”, es decir de conocimientos subordinados a resultados o conformadas y absorbidas por una práctica que no piensa los fines, tal como lo aseveró, desde otro lado de la academia, Max Horkheimer, el gran crítico de la razón instrumental. Lo universitario es la mediación de un hábito filosófico, para que las ciencias y las profesiones se sitúen sabiamente con un verdadero talante antropológico.

Si la universidad no es solo un lugar para una mera adición de conocimiento en cada una de las disciplinas (y debidamente rankeadas por organismo extrauniversitarios) o su oportuno uso en urgencias sociales, su elemento distintivo será la integración reflexiva en “una totalidad, de referirlas a su lugar apropiado en el sistema universal del saber, de entender su respectivo valor, y de determinar su dependencia recíproca”. Eso no significa minusvalorar los avances científicos que se indexan en revistas especializadas. Pero las universidades, y sobre todo nuestra Pontificia Universidad Católica de Chile, debe simultáneamente redescubrir con sabiduría dialogal dónde se encuentran esas bases antropológicas, ecológicas y trascendentes para un encuentro humano. Lo suyo es el desvelamiento de verdades profundas, cosmovisivas, donde esos avances parciales se sitúan.

El mismo Papa Francisco nos insistía en ese camino común, al decir que la universidad debe volverse “un laboratorio para el futuro del país, ya que logra incorporar en su seno la vida y el caminar del pueblo superando toda lógica antagónica y elitista del saber (…). Ustedes son interpelados para generar procesos que iluminen la cultura actual, proponiendo un renovado humanismo que evite caer en reduccionismos de cualquier tipo”. 

Desde la humildad, el culto y fellow oxoniense Cardenal Newman del siglo XIX, habría suscrito sin temor esa frase del Papa, sobre todo, en vistas de las tentaciones de la universidad del siglo XXI. 


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