Bernarda: la obra que reimagina un clásico y abre esta temporada de Teatro UC
Con un texto original, que se inspira en el desenlace de La Casa de Bernarda Alba, el equipo de Rodrigo Soto, Isidora Stevenson y Luis Barrales dio forma a una historia propia. Escrita durante la revitalización del movimiento feminista nacional de 2018 y previo al estallido social del 2019, este estreno lleva a los personajes de esta familia hacia nuevos tiempos y nuevas trancas. ¿Qué tanto hay de su madre en estas hijas, y qué tanto de esa enseñanza machista terminó marcando sus decisiones? Un choque inevitable entre generaciones y entre ellas mismas pareciera ser la respuesta.
-Ingratas, ingratas, ingratas. No hay animales así. ¿Dónde habrai visto tanta indolencia? Ni en los perros. Mientras más creen que se les alejan, ellos más se acercan. Sin darse cuenta se van pareciendo a ella-, dice Poncia, la criada por más de sesenta años de Bernarda Alba.
-Yo ni me acuerdo de sus caras-, agrega el personaje interpretado por la actriz Valentina Acuña.
-Salieron a ella, calcadas. Por dentro, por fuera. Después se fueron despareciendo. Y quedaron así. Ni hermanas parecen-, insiste Poncia.
-Es que solo la conocí así yo, enfermita. Oiga, ¿y cómo era doña Bernarda cuando joven?
-Dominante. Altiva. Grandota… Brutal-, responde Poncia.
-En el cuadro del pasillo se ve bonita.
-Ella no. Ojos claritos, menudita, pero ná. Ser bonita no es eso. Ser bonita es otra cosa-, asegura Poncia.
- ¿Eran feas?
-No. Eran amargas. Toas amargas. Amargas de chicas, amargas de siempre. Menos mi Adela. La amargura te quita brillo-, describe Poncia.
-Es que donde no hay fotos, nunca las he visto. Raro que no haya fotos de ellas. Cuando entren no voy a saber cuál es cuál.
-Y no saben querer, no saben. Ellas creen que sí, pero no. En esa época tampoco sabían. No es su culpa, la Bernarda las enseñó así. Y ahí lo está pagando la pobre-, sentencia Poncia.
Esta escena es una de las que da inicio a Bernarda, obra estrenada este jueves 12 en el Teatro UC y que estará en cartelera hasta el 18 de abril. El diálogo ocurre instantes antes de que parta la acción principal de la trama: el regreso de las hijas de Bernarda Alba a su histórica casa de campo, donde ella agoniza en un cuarto invisible, un cuarto que se sugiere que existe pero que solo está como una presencia abstracta y, sin embargo, imposible de ignorar y de alejar de la mente de las protagonistas que pronto entrarán a esta casa.
En Bernarda han pasado 15 años de distanciamiento familiar. La historia se desarrolla tras la muerte de Adela, que marca el final de la obra original de Francisco García Lorca. En esta visión dirigida por Rodrigo Soto, el grupo de cuatro hermanas restantes decide irse del hogar después de que muere su hermana menor, y deciden no mirar jamás atrás.
Eso hasta este verano, en que vuelven al hogar de su infancia para despedirse de su madre agonizante. En esa espera, reviven los conflictos y la herencia mental que significó crecer bajo una madre dominante, que las formaría para integrarse a un sistema del que ellas tratarían de escapar.
Proceso creativo
El proceso de querer idear esta obra coincide con los inicios de las marchas feministas de 2018. Allí ahí me brotan las ganas de hacer algo de con lo que estaba pasando en Chile, dice Rodrigo Soto, director de Bernarda.
¿Cómo fue que Bernarda se transformó en la respuesta a esa búsqueda?
Porque Bernarda Alba es una obra escrita en 1936, antes de la Guerra Civil Española, donde hay puras mujeres y esas hermanas son criadas bajo un sistema machista patriarcal. Me parecía interesante darle una vuelta a eso, y ponerla hoy día en escena. Pienso que era la obra adecuada para comenzar a hablar de esto, de forma muy respetuosa también.
Con un elenco compuesto por las actrices María José Bello, María Jesús González, Josefina Velasco, Valentina Acuña, Carolina Arredondo y Catalina González; la influencia femenina también se extendió al detrás de escena.
No quise que hubiera hombres sobre el escenario ni detrás de la obra: el resto del equipo son puras mujeres, desde la asistente de dirección a la productora. Para mí era súper importante traspasar eso, y oír a las actrices. Las entiendo como creadoras, no como un parlante. Entonces era muy clave escucharlas, ver qué les pasaba con la obra.
Soto cuenta que la fase de escritura partió en marzo de 2019, y terminó hacia septiembre de ese año. Se afinaron algunos detalles durante diciembre y enero tras los ensayos, con un elenco que no se conocía mucho.
Ellas no habían trabajado nunca juntas. Eso a mí me gustaba, porque te relacionas de otra manera, no hay una confianza tan grande y eso servía para esta obra de hermanas que no se ven hace 15 años, dice Soto.
Matar a la madre
Lina Meruane y su libro Contra los Hijos fue una de las fuentes de inspiración que este equipo tuvo a la hora de abordar el texto de Bernarda. “Comencé a leer muchos libros sobre feminismo, quedé rayando con Contra los Hijos y estoy haciendo una futura obra sobre eso. A uno lo criaron de una manera: cuando niño te decían “los hombres no lloran”, entonces ves que el patriarcado afecta a la mujer, a los hombres y a las futuras generaciones”, cuenta Soto.
-¿Qué tiene ser hermanas? Es un accidente biológico. Nada más que eso-, dice en algún minuto de la obra el personaje de Angustia.
Durante toda la trama, habrá un cuestionamiento frecuente a qué tanto pesa realmente la sangre y qué tanto terminamos heredando de quienes nos han educado.
En sus personajes, ¿qué rebeldía ven hacia la forma en que Bernarda las crió?
Somos todas mujeres autosuficientes, que no necesitan a nadie. Como dice un texto de Angustias, no necesitamos a nadie atrás, adelante, arriba o abajo. Somos solas. Solas por decisión- dice la actriz María José Bello, cuyo personaje se ha convertido en una asesora política.
-Y ninguna es madre. Por opción en el caso de la mayoría de estas hermanas, y mi personaje porque no puede. En el fondo para ellas ser madre es una elección, mientras que, en la época de Bernarda, eso era una obligación-, cuenta la actriz Catalina González.
Durante la marcha del 8M, una de las intervenciones que se vio consistía en escribir sobre lo bueno y lo malo que aprendiste de tu madre. ¿Qué creen que dirían sus personajes sobre Bernarda?
-La señora igual tenía su humor. Y nosotras, a pesar de lo amargas -no significa que seamos adorables ni simpáticas-, pero tenemos humor. Negro, pero lo tenemos. Y ese humor es algo necesario para afrontar este mundo. Desde lo negativo, han querido desmarcarse tanto de ella que han terminado siendo muy parecidas a Bernarda. Y eso es como el choque, la autogenia de ser hijos: finalmente igual cargamos con ese peso de quiénes fueron tus padres y madres-, reflexiona María José Bello
-Creo que hay una pequeña empatía. En el transcurso de la obra, de alguna manera logramos entender ciertos aspectos del comportamiento de nuestra madre en aquella época. En lo malo, claro, está ese distanciamiento a esa crianza patriarcal que nos hizo arrancar de casa-, cree Catalina González.
-Todo el tiempo es esa la batalla. Ellas se han esforzado por tener una solvencia económica, todo lo han hecho para no necesitar a los hombres. Es lo bueno y lo malo también, porque han exacerbado el rasgo de la soledad y la autosuficiencia-, plantea María José Bello.
¿Demuestran una sobre corrección a esa crianza machista?
Claro, hasta el punto en que ya tal vez no pueden vivir en pareja. Amelia dice que no lo necesita; y mi personaje está en las circunstancias de una mujer que se separó y no tuvo hijos, son mujeres que se la pueden sola, y al hombre chileno no le es fácil estar al lado de mujeres así. Esta obra apela a ese Chile de antes, ese patriarcado del pasado. Dicen que uno aprende por aversión o imitación, y nosotras aprendimos por aversión-, sostiene María José Bello.
-Queriendo no ser lo que era la madre, terminaron como la madre- agrega Josefina Velasco.
Escribir entre estallidos
Si bien durante la obra se puede ver una reivindicación de la mujer independiente, autosuficiente, líder, y sola, para la actriz Josefina Velasco su personaje también amplía la mirada a otras distancias sociales.
A través del personaje de Poncia, la eterna criada de Bernarda Alba, se siente la tensión de clases que podría existir entre una familia burguesa y quien ha postergado su vida para servirles.
-El tema de la lucha de clases está. Se manifiesta entre Poncia y las hermanas. Ahí se devela un momento donde Poncia dice que se compró una parcela y las hermanas le dicen “tú? ¿Tú te compraste una parcela? Porque, para ellas, cómo la empleada se puede comprar una parcela. ¿Y por qué no? Hay temas que están casi en el inconsciente de la obra, sin juicios. La obra estaba escrita antes de que reventara esta crisis social, porque el teatro hace rato viene hablando de esto, acusando estas problemáticas, en resistencia-, dice Rodrigo Soto.
-¿Cómo incidió este contexto del boom feminista de 2018 y el estallido social del 2019 en el guión?
Como director, en estos momentos aún no me atrevería a hacer una obra con lo que ha pasado desde esta crisis, hablar de los torturados, de la represión, de gente que ha perdido su vista, no me siento preparado. Ni siquiera hemos tenido tiempo de digerirlo. Si Bernarda toca algunas de esas fibras, bien, pero no ha sido mi intención llevar la obra para ese lugar, solamente enfocarla en estas mujeres, con sus defectos y virtudes, rabias y alegrías- cuenta el director.
Estamos viviendo una historia muy particular hoy como chilenos, pero esta es una historia que lleva 200 años desde que los españoles nos invadieron. Tiene que ver con la explotación del hombre por el hombre y hacia la mujer. En esta obra esos temas son muy potentes porque se desarrolla en el campo, y en el campo sucedían cosas atroces, la violación del patrón a la empleada, el exceso de trabajo, mirar en menos a la mujer. Mi personaje es una mujer de campo, y ella habla de lo que es tener hijos huachos, de lo que es la dedicación de ella hacia la patrona y no hacia sí misma, esa postergación-, dice Josefina Velasco.
-¿Qué temáticas crees que el público va a conectar con esta obra?
La herencia familiar: que somos lo que somos gracias a nuestros padres. De buena y mala manera. Nuestros padres tienen otra manera de ver la vida, otra manera de pensar, y mi hijo tendrá otra. Sería lindo si ocurre eso con la obra: que nos demos cuenta que somos esto, que nuestros padres nos criaron así, y que ellos vivían en un sistema y en una sociedad patriarcal, machista, donde mi padre nunca jugó conmigo y eso no era malo tampoco en esa época. Creo que hay que respetar los tiempos. Hay momentos en que hay que hacer juicios y parar las cosas, pero no es necesario volver para atrás. Respetar los procesos de cada uno, cómo a uno lo criaron: yo no puedo provocar un cambio profundo en alguien que ya lleva setenta años en este mundo. El trabajo está en nuestros hijos, ocupémonos del aquí, del ahora, y del adelante.