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El Niño y La Niña:

¿Cuál es la influencia del clima en la historia de Chile?


¿Es la naturaleza un agente de acontecimientos históricos? El historiador Pablo Camus y el Premio Nacional de Ciencias Naturales Fabián Jaksic, analizan las repercusiones políticas, económicas y sociales de inundaciones y sequías en el desarrollo histórico de Chile en el siglo XX, durante los periodos cálidos y lluvioso, y fríos y secos, conocidos como El Niño y La Niña.

Mujer en medio de escombros.

photo_camera Pese al escepticismo de los historiadores que adhieren a la clásica distinción humanista entre historia natural e historia humana, donde el ambiente es el telón de fondo, la Naturaleza como problema histórico ha llamado la atención de numerosos investigadores. (Crédito fotográfico: Sector población San Antonio, Las Condes, 18 de junio de 1986/Colección Ramón Rivera Notario)

*El presente texto es una síntesis del artículo “El destino trazado por el clima”, publicado en Revista Universitaria, número 178
 
¿Puede el ambiente ser un actor relevante en el desarrollo de los acontecimientos y procesos históricos? El Niño y La Niña (ENOS) es un fenómeno natural que forma parte de los ciclos planetarios del clima. En el océano Pacífico suramericano, la fase cálida y lluviosa es conocida como El Niño y la fría y seca como La Niña. En este contexto estudiamos en las fuentes históricas los años lluviosos de1899-1900 y 1982, los años secos de 1924 y 1968, además del fenómeno Niño y Niña de 1997-98 (ver gráfico) con resultados que nos sorprendieron.
 
La crisis o cuestión social de inicios del siglo XX puede correlacionarse con el ciclo meteorológico que va entre 1898 y 1905, uno de los más lluviosos de la historia del Chile republicano. En Santiago, en 1899 precipitaron 773 mm y en 1900 llovieron 820 mm. (…) El progreso se desmoronaba ante los inclementes temporales y sus nefastas consecuencias.
 
Junto con las lluvias arribaron la epidemia de viruela y la temida peste bubónica. Así, las intensas precipitaciones fueron parte del caldo de cultivo que originó los emblemáticos estallidos sociales, huelgas y mitines de inicios del siglo XX.

La sequía y el descontento

La extraordinaria sequía de 1924 bien pudo haber incrementado el descontento social y político que dio como resultado el ruido de sables, el exilio del presidente, el cambio constitucional, las movilizaciones populares y matanzas de obreros, además de la irrupción del poder militar en Chile. Es cierto que amplios sectores de la sociedad venían exigiendo mejoras salariales y derechos sociales y que antes de 1924 hubo conspiraciones, encuentros, huelgas y matanzas. (…)
 
A las condiciones de vida en conventillos y pampas salitreras se unía el alza del costo de la vida asociada a la escasez de precipitaciones. A este cuadro se sumó la percepción de muchos actores sociales de que la exportación o especulación en torno al precio de los alimentos era “antipatriótica”. Era incomprensible que las élites insistieran en la conveniencia de exportar la producción agrícola, mientras la carestía y el hambre acechaban a buena parte de los hogares del país. (…)

Con la llegada de la década de 1960, diversos movimientos cuestionaron el orden establecido. La agitación social, el desenfreno de las costumbres, las ansias de cambio, la cultura de masas y la rebeldía de los jóvenes imprimieron un sello particular a la década. En el caso de Chile, la emergencia de estos movimientos presionó tanto por transformaciones sociales y económicas como por cambios culturales. (…)
 
Coincidentemente, 1968 fue uno de los años más secos del siglo XX. El presidente Frei Montalva calificó la sequía como un “terremoto silencioso”. La escasez de agua afectó el proceso de reforma agraria, disminuyó la disponibilidad del vital elemento afectando la producción agrícola e incrementando el desempleo, la pobreza, el hambre y los conflictos sociales en un contexto ya hostil. La insolvencia hídrica contribuyó a frustrar esperanzas y exacerbar la violencia, polarizando las posturas sociopolíticas.

Un hombre caminando por los escombros de un puente.
La naturaleza no es un mero telón de fondo de la historia. La sociedad y la economía chilenas han estado permanentemente desafiadas por su espacio geográfico, escriben los autores. (Crédito fotográfico: Puente Estero Seco, 1986 / Colección Ramón Rivera Notario)

El inicio del fin

El fenómeno de El Niño de 1982 actuó como detonante del movimiento social que originó el inicio del fin de la dictadura en Chile. En un contexto de recesión económica, represión política e inundaciones catastróficas, la organización de ollas comunes se configuró como la principal herramienta para enfrentar la crisis, incentivando la creación de lazos de confianza y solidaridad que paulatinamente menoscabarían el miedo al régimen militar.
 
Frente a una severa recesión económica internacional, la dictadura anunció la devaluación del peso el 14 de junio de 1982. La medida incrementó exponencialmente la deuda externa. En el vendaval cayeron los principales grupos económicos y el Estado debió intervenir la banca. Menos de dos semanas después de la devaluación, el fenómeno de El Niño se expresó con especial virulencia entre Coquimbo y el Maule. Precipitaron 123,6 milímetros en solo 96 horas, lo cual provocó la salida de ríos, esteros y canales, afectando la infraestructura, el equipamiento y la vivienda. (…)

Fenómenos extremos

En 1997-1998 las dos fases de El Niño y La Niña, se presentaron en rápida alternancia e inusual intensidad, llegando a ser un dramático acontecimiento periodístico de resonancia global. (…) El fenómeno meteorológico coincidió con la denominada “crisis asiática”, que tuvo profundas y variadas repercusiones internacionales. En el caso de Chile, los temporales de lluvia de 1997 y la inusual sequía de 1998, dejaron en evidencia las debilidades del modelo sociopolítico subsidiario y erosionaron las confianzas y esperanzas de los chilenos. (…)
 
En suma, la naturaleza no es un mero telón de fondo de la historia. La sociedad y la economía chilenas han estado permanentemente desafiadas por su espacio geográfico, el cual pone a prueba su resiliencia a fenómenos naturales extremos como terremotos, maremotos, vulcanismo, inundaciones y sequías. Hemos vivido condicionados por este “acontecer infausto”.

 


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