El 89% de las huertas investigadas en Chile son lideradas por mujeres
El libro “Huertas familiares y comunitarias: cultivando soberanía alimentaria” reúne experiencias, estudios empíricos y reflexiones teóricas sobre huertas desde el desierto de Atacama hasta el archipiélago de Chiloé. El documento de Ediciones UC fue editado, entre otros, por José Tomás Ibarra, académico de Campus Villarrica e investigador del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR).
Cultivar el conocimiento, prácticas y creencias que permitan el florecimiento de huertas en los distintos territorios urbano-rurales del país, es uno de los objetivos del libro “Huertas familiares y comunitarias: cultivando soberanía alimentaria”. El documento de Ediciones UC fue editado, entre otros, por José Tomás Ibarra, académico de Campus Villarrica e investigador del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR). Se desarrolló en el contexto de un fondo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) específicamente en la línea de valorización del patrimonio agrario, agroalimentario y forestal.
Durante dos años, los editores de la obra -Tomás Ibarra, Julián Caviedes, Antonia Barreau y Natalia Pessa- abrieron un llamado a colaborar a investigadores, tomadores de decisiones y profesores, entre otros, que hubieran participado en el desarrollo de huertas escolares, comunitarias, indígenas o no indígenas, ya fuere en contextos rurales o urbanos. Este proceso se tradujo en un texto compuesto por 15 capítulos que recopilan experiencias, estudios empíricos y reflexiones teóricas sobre huertas familiares y comunitarias desde el desierto de Atacama hasta el archipiélago de Chiloé. El libro incorpora temáticas de género, de agrobiodiversidad y de cómo desde un punto de vista educacional y político estas huertas se han insertado recientemente en contextos urbanos.
El documento recoge en un par de capítulos una investigación desarrollada en la región de la Araucanía, vinculada con huertas familiares y recolección de productos forestales no madereros del bosque nativo. Este proyecto se origina en la observación de muchas comunidades mapuche que no tenían acceso a sus lugares ancestrales de recolección de productos forestales y cuando al fin tenían la oportunidad de acercarse a ellos, ya fueran áreas protegidas o terrenos privados, muchas veces sacaban algunas plantas y se las llevaban a su casa donde las sembraban en sus huertas. “Esto tiene una connotación vinculada con la soberanía alimentaria que es el derecho de los pueblos y comunidades de decidir sobre sus propios procesos alimentarios y productivos. El qué, cómo y cuánto producir”, indica Tomás Ibarra. La investigación sobre las huertas de familias campesinas, mapuches y no mapuche, buscó valorar la biodiversidad presente, y todo el complejo cuerpo de conocimiento, creencias y prácticas asociadas con las huertas familiares.
Una segunda etapa en la recopilación de experiencias, condujo al análisis de las huertas familiares de los llamados migrantes por estilo de vida, personas que provienen de Santiago u otras ciudades, que poseen un título profesional en su gran mayoría y cuyo primer ingreso no deriva de la agricultura. Para este caso también se indagó en sus preferencias, prácticas, la biodiversidad presente en las huertas y las variables sociodemográficas del grupo.
Tanto en la primera como en la segunda etapa del proyecto, se emprendió un proceso de fortalecimiento del tejido social agrícola entre agricultores consistente en el desarrollo de varios talleres agrícolas y agroecológicos que se hicieron en formato de campesino a campesino o incorporando a agroecólogos. Se realizaron giras para conocer distintas experiencias agrícolas en las regiones de la Araucanía y los Ríos. Por último, se celebró un trafkintu o jornada de intercambio de semillas y saberes. “Estamos en una zona donde la agricultura es intercultural. Hay un potencial de conocimiento y aprendizaje mutuo” explica Ibarra.
Huertas indígenas: evolución y sincretismo
Existe una adaptación e innovación constante en la agricultura. Según los editores el libro, quizá no existe una huerta mapuche en un sentido tradicional pero sí subsisten patrones que se comparten, mecanismos de adaptación y resiliencia. Ya no existen los mismos cereales que estaban a la llegada de los españoles, por ejemplo. No obstante, la agricultura se autorecrea y hoy es posible registrar al menos 38 tipos de porotos y 285 tipos de plantas cultivadas en la Araucanía. “Estos son valores extraordinarios de biodiversidad; hay variedades muy antiguas de maíz lo que responde a una vinculación que va más allá de lo netamente mapuche ya que debemos recordar que originalmente el maíz se domesticó en Mesoamérica. La agricultura es una forma muy icónica de revisar cómo se va adaptando y transformado la cultura, y la huerta no escapa de eso”, asevera Tomás Ibarra.
En las huertas es posible hallar plantas para alimentación, pero también las hay ornamentales, otras con un rol de control de plagas y de usos rituales. No solo responden a lo doméstico sino también a un manejo del suelo acorde a las necesidades de sistema, contribuyendo a la heterogeneidad del paisaje.
Rol de la mujer
La investigación arrojó que el 89 % de las huertas pesquisadas son trabajadas por mujeres, quienes deciden qué producir. En espacios que miden en promedio entre 50 y 150 metros cuadrados, y que son una extensión del del espacio doméstico, la mujer posee la soberanía de decidir cómo desea alimentar a su familia. Este poder refleja una trayectoria no solo colectiva sino individual, ya que es influida por el intercambio y los gustos personales, entre otros factores.
El lanzamiento de “Huertas familiares y comunitarias: cultivando soberanía alimentaria” se realizará el 21 de enero de 2019, a partir de las 17:00 horas, en el Campus Villarrica UC.