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Escándalos del siglo XIX: cómo se manejaban los involucrados


La académica del Instituto de Historia UC, Verónica Undurraga lidera una investigación sobre la administración del escándalo en el espacio público durante el siglo XIX. Los registros dan cuenta de cómo ha evolucionado el concepto a lo largo del tiempo, pues mientras en algún momento se asociaba a faltas cometidas por los clérigos, desde el siglo XVIII se consideraron las transgresiones laicas.

Los escándalos en Chile entre 1840 y 1920 es el tema de investigación -en el marco de un Fondecyt regular 1160501- abordado por la académica del Instituto de Historia UC, Verónica Undurraga, quien organizó un seminario llamado “Administrando el escándalo. Honor y reputación en el S.XIX”. La primera presentación del encuentro estuvo a su cargo junto a la historiadora Soléne Bergot (UNAB).

Las investigadoras mencionaron algunos casos puntuales y señalaron que en ese periodo la reputación estaba importantemente relacionada con la identidad social de los individuos.

En estos términos, la propuesta de investigación plantea que en el periodo abarcado tanto las elites como los sectores medios utilizaron estrategias para administrar potenciales escándalos como elementos dañinos para la reputación. 

El ciclo para administrar un escándalo, según las historiadoras, podía comenzar desde la contención en el círculo familiar, el traspaso al ámbito público y luego al estallido del eventual escándalo. En este sentido, entidades como la Iglesia, la sociedad y el Estado constituían esferas donde lo ortodoxo, lo aceptado y lo legal podían entrar en conflicto. 

La historia de Sara Bell

Por otro lado, ámbitos como la pareja, la conducta sexual, la religiosidad, los crímenes y las reglas de conducta podían prestarse como contexto de los escándalos. Uno de los casos dados a conocer por Undurraga fue el homicidio de una mujer llamada Sara Bell, crimen que fue ampliamente cubierto por la prensa en 1897

Sara Bell fue una hija de un inglés y una chilena conectada con la élite de Santiago, quien tras fallecer su padre fue enviada a una casa de beneficencia. Luego, se hicieron cargo de ella familiares del nuevo esposo de su madre para ser “tratada como una persona de familia”. 

Muy joven, Bell se casó con un ciudadano argentino, quien prontamente la abandona en Buenos Aires y la envía de regreso a Chile.

Sara Bell, como mujer separada de su esposo, no fue acogida por su familia y terminó viviendo gracias a la caridad de algunas mujeres de élite. Se involucró sentimentalmente con un aristócrata, Luis Matta Pérez, con quien tuvo un hijo. Según constan los testimonios de su círculo, Bell sufría constantes crisis de nervios debido a los celos por las infidelidades de su amante.

Tras su muerte, que en un comienzo se informó que era de carácter natural, comenzaron a circular rumores y un mensaje anónimo llegó a la policía advirtiendo de que se trataba de un crimen donde el amante de Bell y la empleada de la casa donde vivía, habrían sido los autores. 

Esta historia, narrada con mayores detalles por la académica, fue uno de los ejemplos que buscó demostrar cómo se cubrían los escándalos por parte de la prensa y cómo eran percibidos víctimas y victimarios por parte de la sociedad en el contexto de un crimen. Undurraga dio a conocer las defensas de algunos de los involucrados y testimonios de ese entonces.

Configuración de un escándalo

En la presentación de Undurraga y Bergot también se ahondó sobre la configuración del escándalo. Para que esto ocurriera, explicaron “era necesario que ocurriera una transgresión previa, aunque no todas las transgresiones se transformaban en escándalos”, pues en algunos casos la situación se manejaba dentro de círculos cerrados como podía ser la familia o grupos pequeños.

Una vez que el escándalo salía a la luz eran los rumores y la prensa los motores para que los hechos se volvieran conocidos y que la “deshonra de los protagonistas” quedara al descubierto.

Una de las ideas centrales propuestas por la investigación académica señala que fue precisamente en este periodo (1840 y 1920) que en Chile “se acentuó la fragilidad del honor-reputación, lo que repercutió en la proliferación de escándalos y en sus formas de administrarlos”.

En este contexto, la investigación muestra que los involucrados en el escándalo muchas veces defendían su reputación a través de la prensa escrita, líbelos o folletines. Esta situación originó la creación de leyes y decretos asociados a reglamentar esta práctica de defensa y ataque.

El seminario contó con la participación de otros investigadores, como Nicolás Girón (Programa de Doctorado en Historia UC), quien presentó la ponencia “No lo han de tener por justicia sino por temeridad: abusos de poder y probidad de las autoridades locales en el Norte Chico, siglo XVIII”; Nicolás Celis (UDLA), con “Comportamientos tolerados e intolerados: sexualidad deshonesta en el Chile tradicional” y Pablo Rodríguez Jiménez (Universidad Nacional de Colombia), quien expuso sobre “Escándalo y emoción en el análisis histórico: un comentario”.


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