La madre y estudiante reconocida por su entrega en Villarrica
A sus 45 años quiso completar sueños frustrados y estudiar una carrera universitaria. Madre de cuatro, tres adoptivos y uno biológico, Patricia Flores, futura educadora de Párvulos de Villarrica, ha debido adecuarse a los nuevos escenarios que trae la pandemia.
Patricia Flores (48) es de decisiones radicales. La última la tomó el año 2020, cuando dejó el trabajo que tenía hace años, justo en medio de la crisis sanitaria. Junto a su marido, cuidaban una parcela “con todas las comodidades que eso significaba”, pero optaron por el cambio de aire. “Todo cumple un propósito y ese trabajo era para pagar la educación de mis cuatro hijos, que ya están educados. Por eso quisimos darle la oportunidad a otro matrimonio que pudiera necesitar ese trabajo y de la acogida de la familia”, explica con tranqulidad.
Aficionada al Reiki (la medicina tradicional japonesa de imposición de manos), quizás fue en esta disciplina donde aprendió a dejar las cosas fluir naturalmente. Bajo esta premisa es que hace tres años se decidió, sin muchos rodeos, a estudiar una carrera universitaria por primera vez. “En la vida uno va postergando sueños. En mi tiempo no di la PSU, no preparé ensayos, ni reconocí salas para la prueba. Son cosas simples, pero que tenía pendientes en mi lista”, dice. Y así, a sus 45 años, se convirtió en una novata para estudiar, a tiempo completo, Pedagogía en Educación Parvularia en el campus Villarrica.
Fue esa misma determinación la que, hace 25 años, la hizo cambiar la vida de su familia y la de tres niños. En ese tiempo, luego de haber sido madre por primera vez, con su pareja quisieron tener más hijos, pero hubo dos pérdidas. Recuerda: “En ese afán de preguntarse ‘’¿por qué a nosotros?’, también nos preguntamos ‘¿qué es lo tenemos que hacer?’. Algo nos quería decir Dios con todo lo que pasó y teníamos que descubrirlo”, dice.
De este modo, ella y su marido decidieron adoptar a tres nuevos hijos. Se trata de tres hermanos: un niño de un año y dos gemelos de dos. “Fue muy natural su llegada”, dice hoy cuando sus hijos tienen 28, 27 (los gemelos) y 24 años.
“Mis compañeras, menores que mis hijos, me miraban como diciendo ‘¿y a esta señora le digo tía, la trato de usted?”- Patricia Flores, Premio Espíritu UC.
Mamá y novata
Flores se acuerda muy vívidamente de su vuelta a las salas de clases en 2018. “Mis compañeras, menores que mis hijos, me miraban como diciendo ‘¿y a esta señora le digo tía, la trato de usted?”, cuenta. Se acuerda de haber roto el hielo diciendo que el trato era de tú o tú. De ahí la relación fluyó y se convirtió en una más de su generación.
Desde ahí ha generado lazos con sus compañeras y el resto de la comunidad universitaria. Tanto así, que una decena de estas personas la recomendaron para el Premio Espíritu UC 2020, destacando la amistad de la mujer y sus valores cristianos, sobre todo a la hora de organizar campañas de ayuda y obras sociales. Esto último lo ha realizado al alero del Centro de Estudiantes y de la Pastoral.
"Patricia siempre destaca en el servicio a la comunidad, ayudando al prójimo sin pedir nada a cambio. Si se realizaban campañas de solidaridad ella es la primera en motivar a sus compañeras para aportar con alguna ayuda, recalcando su liderazgo positivo", dice su compañera Carolina Huechucura.
Estas fueron algunas de las razones que la hicieron merecedora de un premio que la tomó por sorpresa. "¡Fue muy lindo haber sido elegida! Especialmente porque este año habían salido once personas, de los distintos estamentos, como candidatas. Nunca se había dado tanta nominación", explica.
Así, pareciera que el día de Patricia tuviera más de 24 horas, pero según la estudiante, existe un ingrediente secreto que la ayuda con todas las actividades que realiza. “Soy una favorecida. Cuento con el apoyo de toda mi familia. Mis hijos ya tienen su vida, pero siempre están pendientes de mí y de cómo terminé el semestre”. Y ese apoyo se manifiesta de distintas formas, también en tareas domésticas, como el compartir los quehaceres de la casa con su marido o los hijos que todavía viven con ella.
La UC en el territorio
Villarricense de toda la vida, Flores conoce bien la zona y a sus habitantes. Cree que uno de los desafíos pendientes de la universidad es vincularse de mejor forma con las comunidades locales. “El campus está limitado a gente que le interesa la pedagogía, pero más allá de eso no hay mayor conocimiento de la universidad. Uno de los desafíos que tenemos es llegar a esas personas”, señala. Para lograrlo, espera forjar mayor participación comunitaria a través de distintas iniciativas que esperan impulsar una vez que acaba la pandemia en el país.