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La muerte, ese capítulo de la vida


Un mejor proceso de fin de vida no supone solo el alivio del sufrimiento, sino también aceptar que existe la posibilidad de una muerte pronta. Y vivir esta etapa es ir dejando de lado lo accesorio, para llegar a lo medular. Los médicos Pedro Pérez y Alfredo Rodríguez; y la enfermera Paula Medeiros, todos del Programa de Medicina Paliativa y Cuidados Continuos de la Red de Salud UC-CHRISTUS; y Doris García, jefa de la línea del adulto mayor del Hogar de Cristo, abordan en este artículo de la profesora Eliana Rozas, publicado en la última edición de Revista Universitaria, la etapa del final de la vida. Desde la profunda experiencia de aquellos que están a diario con quienes la enfrentan.

Porque el tiempo es escaso y precioso/ los días son un tesoro merecido,/ las horas instantes de la eternidad,/ los minutos efímeros cordeles/ volando en pleno día, los segundos/ cenizas de diamante.

El poeta Gonzalo Millán escribió esos versos en su último 2 de junio, el de 2006. Apenas unos días antes, “como un asteroide caído en Yucatán”, se le había diagnosticado un cáncer de pulmón. Mientras conscientemente caminaba hacia ese segundo día de la vida que tiene menos de 24 horas (el primero es el nacimiento), fue construyendo un diario que se publicó bajo el título de Veneno de escorpión azul. Es el relato minucioso de una nueva cotidianeidad, donde los exámenes y las terapias conviven con los almuerzos, los viajes a la playa y con los nimios-gigantescos descubrimientos: las araucarias, el ombligo que mantenía a una naranja colgada al árbol, el revuelo de las tórtolas en su barrio. Es también un recorrido en verso por la hondura del que se sabe haciendo el más radical de todos los tránsitos, desde ese “me interno en el ensimismamiento porque veo con alarma que el barquero aborda su nave”, hasta esas bellísimas líneas de unas semanas antes de la partida: “Me voy, me abandono, me entrego a las aguas que a ratos pierden su indiferencia (…) No sé a dónde me dirijo, floto con la confianza de la semilla en manos del viento”.

Morir se ha vuelto un gerundio, que coexiste con el vivir. Y entonces, el alivio y el acompañamiento exigen que se les abra un espacio junto al que hasta ahora se ha mostrado como epítome médico, el de la curación.

En momentos en que en Chile comienza a plantearse una discusión sobre el tema, los médicos Pedro Pérez y Alfredo Rodríguez; y la enfermera Paula Medeiros, todos del Programa de Medicina Paliativa y Cuidados Continuos de la Red de Salud UC-CHRISTUS; y Doris García, jefa de la línea del adulto mayor del Hogar de Cristo, abordan la etapa del final de la vida, desde la profunda experiencia de aquellos que están a diario con quienes la enfrentan.

Sus reflexiones están acompañadas por algunas de las que plasmó la psicóloga Carla Vidal en un texto titulado Sin paréntesis. En 2007 se le detectó un cáncer de páncreas, producto del cual murió cinco años después.

Vivir, no luchar

Sentí un alivio tremendo de poder enfrentar el cáncer de esta manera, conectada con la vida y el placer, y no como soldado de una batalla cruenta y agotadora, con un ejército contrario muy poderoso. (…) Soltar la lucha es aceptar lo que tengo y preguntarme cómo quiero vivir esta nueva realidad, cómo vivir mi vida integrando la enfermedad de la mejor forma posible. Una idea se iba haciendo cada vez más clara: esto se trata de vivir, no de durar. (Carla Vidal)

El doctor Pérez, jefe del mencionado programa de la UC, se rebela frente a lo que llama el “discurso público” del triunfo o fracaso frente a la enfermedad. “La muerte no es una derrota tras una pelea –afirma–. En vez de hablar de dar batallas, tendríamos que decir ‘esta persona vivió bien hasta el final y murió en paz con su vida’”. Ese es, precisamente, el objetivo que persigue el equipo que lidera: “Ayudar a que la vida sea significativa hasta el final”.

Es el cambio en las causas de muerte y su transformación en un camino largo, que más bien se entiende como un “proceso de fin de vida”, lo que explica ese objetivo. También la relevancia que va adquiriendo la medicina paliativa y, sobre todo, la necesidad de considerar la experiencia del cierre de la vida como una parte de ella misma. Aunque parezca contracultural. La muerte puede sobrevenir súbitamente. Por ejemplo, en el caso de un accidente vascular encefálico o un infarto al miocardio, donde hay poco tiempo para iniciar terapias; o a causa de una enfermedad aguda que es secundaria a un daño de uno o más sistemas del organismo, que habitualmente supone la internación en unidades de cuidados intensivos (infecciones importantes); o a causa de una enfermedad crónica, como el cáncer o las insuficiencias graves.

Leer artículo completo en el N°152 de Revista Universitaria.


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