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La presencia de la universidad en la península antártica


Al menos cinco investigaciones en curso se desarrollan en el polo sur con apoyo del Instituto Chileno Antártico. El grueso de ellas busca entender los efectos del cambio climático desde distintas disciplinas y responder a éste desde una de las zonas más impactadas por el fenómeno. Este es un reportaje de la edición de enero de Visión UC.

Es enero e intenso es el ambiente que hoy se vive en el polo sur. El equipo del Instituto Chileno Antártico (Inach) se apresta a cruzar hasta este territorio con su primer buque científico: una lancha patrullera de 25 metros; una expedición de la Nasa recorre el continente blanco midiendo el espesor de los hielos; y poco a poco los investigadores de todo el mundo han comenzado a poblar la península, pues verano es la estación más cómoda para los estudios en terreno. Hasta allá también han llegado equipos de nuestra universidad para trabajar con pingüinos y lobos finos, con microorganismos del suelo y del mar, o para tomar muestras de sangre a sus habitantes. Después de todo, hay al menos cinco proyectos en los que participan académicos, un posdoctorando, y estudiantes de pre y posgrado de la UC.

No es una sorpresa. Desde hace poco más de una década que los proyectos científicos en esta zona polar van en aumento. Esto se debe, por una parte, al cambio en el sistema de selección de iniciativas y aumento de recursos desde el Estado para financiar iniciativas científicas. Y por otra, está el interés de los expertos por investigar en el territorio antártico, el que para muchos es un gran laboratorio para medir los efectos del cambio climático.

A nivel nacional «existen 31 universidades con proyectos en la Antártica. De ellas, 21 instituciones tienen investigador principal», sostiene a Visión José Retamales, director del Inach, organismo responsable por ley del programa antártico nacional.


TRAS LA RUTA DE LOS PINGÜINOS


PROYECTO: Pingüinos como especies centinelas al cambio climático: estudio de la filogeografía y diversidad genómica para comprender adaptación al cambio
climático.
A CARGO DE: Juliana Vianna (investigadora principal).

Pequeños y vestidos de esmoquin, estas aves son catalogadas por Juliana Vianna, académica de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal, como «especies centinelas» del cambio climático. La razón: por medio del estudio de ellas se puede ir previendo el efecto que tendrá este fenómeno en otras zonas y especies. Vianna lidera esta investigación cuyo objetivo principal es comprender la distribución de la diversidad genética dentro de distintas especies de pingüinos sudamericanos, sub-antárticos y antárticos en distintas localidades de su rango de distribución.
Los pingüinos pueden ser especies «utilizadas para detectar riesgos ambientales debido a su sensibilidad a estas amenazas desde la base de su diversidad genética. Monitorear especies centinela y definirlas desde esta base es de suma importancia para nuestro país que está registrando y registrará cambios significativos en el clima», explica.

La académica asevera que en el estudio de genoma y adaptación, se evalúa la diversidad genética en genes relacionados con la termorregulación. «Una alta diversidad genética para estos genes significa que las especies serán capaces de responder al cambio climático desde el punto de vista fisiológico. El pingüino de Magallanes (o Spheniscus magellanicus) posee la mayor diversidad para estos genes. Entre los antárticos, el pingüino papúa (Pygoscelis papua) posee la mayor diversidad mientras que el pingüino adelie (Pygoscelis adeliae) una muy baja. Esto apoya el hecho de que el pingüino papúa es beneficiado con el cambio climático y el adelie podría ir disminuyendo sus poblaciones», asevera.
 

BAJO LAS AGUAS DEL FIN DEL MUNDO


PROYECTO: Cambios en la estructura y funcionamiento de la comunidad microbiana antártica en respuesta a la desglaciación.
A CARGO DE: Beatriz Díez (investigadora principal).

¿Cómo la creciente desglaciación en la zona antártica podría causar cambios de vital importancia en las comunidades microbianas marinas? Esto busca responder la académica Beatriz Díez, de la Facultad de Ciencias Biológicas, junto a Laura Farías, académica de la U. de Concepción, y su equipo de trabajo. El proyecto comenzó en 2014 y terminará en noviembre de 2017. Con el apoyo del Inach, Beatriz ya ha pasado dos largos veranos chilenos en Bahía Chile (Isla Greenwich) para comprobar el efecto de esta desglaciación en sistemas costeros antárticos.

Por medio del análisis de muestras de agua de zonas en que se encuentra el agua de mar y otras en que el agua de mar se ha mezclado con el agua derretida del glaciar, este grupo de expertos pretende investigar cómo los derretimientos interactúan con las especies marinas microscópicas. «Nos interesa saber cómo esas comunidades van a reaccionar a la bajada de la salinidad por el aumento de agua dulce proveniente del derretimiento de glaciares», detalla. También quieren indagar cómo estas alteraciones podrían producir cambios en la cadena trófica marina: proceso de transferencia de energía alimenticia a través de una serie de organismos, en los que cada uno se alimenta del precedente y es alimento del siguiente. De ahí la relevancia de este estudio, en el cual el creciente derretimiento de los glaciares eventualmente terminará afectando a la fauna marina.

 

A SALVAR LAS VITAMINAS QUE DA EL SOL

PROYECTO: Efectos del medioambiente antártico sobre el estado de vitamina D y biomarcadores de la salud de sus habitantes.
A CARGO DE: Arturo Borzutzky (investigador principal).

Embarcado en un proyecto de dos años se encuentra el académico Arturo Borzutzky, de la Facultad de Medicina. Acaba de regresar de la Antártica, en donde extrajo muestras de sangre a voluntarios que viven en la zona, en su mayoría personal FACH de la Base E. Frei Montalva. El trabajo en terreno –financiado por el Inach y apoyado por Instituto Milenio en Inmunología e Inmunoterapia– es para obtener datos sobre el estado de vitamina D en habitantes de este sector.

«La radiación UV solar anual que llega a la superficie es extremadamente baja y es casi nula en invierno. Los habitantes antárticos reciben mínima radiación solar, lo que condiciona frecuentemente deficiencia de vitamina D según han mostrado diversos estudios en bases antárticas internacionales. Sin embargo, se desconoce cuál es la situación de habitantes de la Antártica y cuál es la mejor estrategia para prevenir esta deficiencia», detalla el médico. Este proyecto se realiza con un equipo de Medicina UC, la FACH y la U. de Harvard. Su objetivo: evaluar la eficacia y seguridad de la suplementación con vitamina D (en gotas) para disminuir su deficiencia. Este es el primer estudio de investigación biomédica en población antártica.

 

 LO QUE DICEN LOS LOBOS

PROYECTO: Ecología de forrajeo en ambientes extremos. El rol de la variabilidad climática, y los requerimientos energéticos de las crías en las estrategias de forrajeo de lobos finos antárticos. A CARGO DE: Renato Borrás.

En el cabo Shirreff se ve por estos días y como cada verano a Renato Borrás, el biólogo marino y actual doctorando de Ciencias Biológicas, estudiando el forrajeo o la manera en que se alimentan los lobos finos de esta península (Arctocephalus gazella). Renato (32) se enamoró de los sistemas polares tras su paso por Alaska como estudiante de magíster en la U. Estatal de San Diego, California. Al principio entraron al posgrado pensando en trabajar con bosques de algas. Pero en el transcurso del mismo fue replanteándose una y otra vez esta idea primaria, cambiando su enfoque a preguntas que lo seguían desde aquellas experiencias. Entonces se dijo: «Creo que es tiempo de hacer algo más asociado al cambio climático. Y me enrollé con la teoría de forrajeo», sostiene.

Lo que este doctorando busca es entender las estrategias de conducta de estos animales al límite de su distribución geográfica y fisiológica para ver si después, a nivel de especie, podrán lidiar con la variabilidad que los modelos sugieren para el futuro y qué mejor que evaluarlo en estas colonias, dice.

Los académicos Francisco Bozinovic y José Miguel Fariña —ambos de Ciencias Biológicas— son los tutores de este doctorando de cuarto año. Pero el becario de Conicyt también se hace asesorar por Mike Goebel del NOAA de EE.UU., organismo que facilita, entre otros, algunos de los instrumentos para sus estudios de campo.



LAS HUELLAS EN EL SUELO POLAR

PROYECTO: Presión antropogénica sobre el mundo microbiano antártico: estabilidad de las comunidades del suelo frente a la contaminación con hidrocarburos.
A CARGO DE: Sebastián Fuentes.

El posdoctorando Sebastián Fuentes investiga los microorganismos del suelo antártico, específicamente, la contaminación provocada por el hombre. Está estudiando dos lugares que son muy parecidos, pero con una diferencia: uno tiene una mancha de diésel de hace muchos años y el otrono está contaminado. «La hipótesis es que el suelo con historial de contaminación se recupera más rápido que el contaminado por primera vez, pues en el primero ya hubo un proceso de selección (por los organismos que sobrevivieron). Esto se está probando en condiciones controladas en el laboratorio». ¿Por qué la Antártica? Porque allí no hay pasto ni insectos. No hay cadenas tróficas superiores, indica Fuentes. Es un sistema más simple, más fácil de ver; y se ocupó diésel porque es un modelo atingente a esta zona, ya que existe un riesgo constante de derrame durante las descargas desde los barcos a las bases.

El proyecto de este bioquímico dura tres años. Este 2016 probó muchas concentraciones de diésel, los diferentes suelos con y sin historial, y en condiciones de invierno y verano antártico en congeladores de helados adaptados. Hay estudios similares a los suyos, pero estos no apuntan a preguntas ecológicas como las de este posdoc. Sebastián es parte del Laboratorio de Beatriz Díez, y al alero de su proyecto también trabaja el estudiante de pregrado Octavio Reyes, afirma antes de partir en febrero a la península.

 


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