Relatos de sustentabilidad: “Lo que más puedo”
Más de 40 años han pasado desde que científicos y visionarios comenzaron a advertir al mundo la necesidad urgente de cambiar el sistema económico industrial para evitar en un futuro, no muy lejano, una catástrofe ambiental. En un escenario incierto, algunos chilenos se aventuraron a tientas a recorrer un camino que hoy el país recién empieza a comprender.
La fábula del colibrí que con gran esfuerzo intentaba apagar un incendio en la selva inspiró “Lo que más puedo”, el blog de la ambientalista chilena y profesora de arte Francisca Amenábar, quien ya desde hace un año vive casi en modo zero waste (un concepto de sustentabilidad basado en la reutilización de residuos). Su cuenta en Instagram reúne a más de 20.000 seguidores (al momento de publicar este número) interesados en conocer sus consejos y reflexiones sobre los cuidados del medio ambiente, desafío que asumió hace cinco años al participar en un curso de la Fundación Basura.
“Es muy difícil ser cero, porque estamos insertos en una economía que nos motiva a consumir productos cuyos desechos no podemos gestionar”, enfatiza. “El camino va por el cambio de hábitos. Porque aunque reciclemos todo, igual vamos a perjudicaral planeta. La apuesta está en dejar de consumir y en aplicar las erres previas a reciclar que son: rechazar, reducir y reparar. Reflexionar y respetar también son parte del esfuerzo en esta crisis socioambiental”, agrega pronunciando bien cada uno de estos verbos tan usados en estos días y que hace más de 30 años no habrían tenido ningún eco.
Porque si bien en Chile la preocupación general por el cuidado del medioambiente se gestó en los años 90, a raíz de los altos índices de contaminación atmosférica que afectaban a la Región Metropolitana, instalándose permanentemente en la agenda gubernamental, fue solo después de 2006 cuando se empezó a escuchar hablar sobre reciclaje y sustentabilidad. Para ello, fue clave la publicación del cuarto informe del Panel Intergubernamental en Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas, constatando que el calentamiento del sistema climático era inequívoco. Además, la emisión en salas de cine de "Una verdad incómoda", documental centrado en la campaña del exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore para educar a los ciudadanos sobre los efectos de este fenómeno, permitió instalar el tema en la retina de la sociedad. Tanto el IPCC como Gore obtuvieron el Premio Nobel de la Paz en 2007 y la discusión sobre el cambio climático se asentó en los medios de comunicación masivos en el mundo y en el país.
Ambientalistas pioneros
Casi 40 años antes que Francisca Amenábar creara su blog, la periodista Ximena Abogabir se acercó al ecologismo de la mano de su terapeuta Lola Hoffmann. “Recuerdo que un día encontré unas carpetas de colores en una mesita. Le pregunté qué eran y sin explicarme mucho me las pasó para que las leyera. Hacerlo fue una de las cosas más emocionantes que me ha pasado en la vida… un cambio de paradigma”, explica sobre lo que en realidad era el proyecto “Iniciativa Planetaria para el Mundo que Elegimos”, convocado en 1981 por un grupo de funcionarios de las Naciones Unidas para sensibilizar al mundo respecto del conflicto nuclear, del daño ambiental latente e impulsar la paz como una forma de vida. “No pude seguir haciendo la vista gorda. Renuncié a mi trabajo en publicidad, porque era imposible mantener un doble estándar, al trabajar por marcas en las que yo no creía. Fue necesario alinear la vocación con el trabajo”.
Al poco tiempo, Ximena empezó a cambiar sus hábitos de alimentación. Disminuyó el consumo de carne en la casa, lo que al inicio no les gustó mucho a sus hijos –Juan Carlos, Gonzalo y Ximena Muñoz, todos vinculados en la actualidad al trabajo e investigación medioambiental desde distintas disciplinas–, y comenzó a preocuparse por apagar las luces y a privilegiar el sistema de transporte público. “Empezamos a reciclar. Pusimos una caja de cartón en el living donde los niños metían incluso los boletos de micro. Ahora veo que esa simple acción tuvo el impacto ambiental más importante de todos en mis propios hijos”, recuerda.
Probablemente la empresa TriCiclos, cofundada en 2009 por Gonzalo, es fruto de esa simple caja de cartón. Lo que partió como un proyecto junto a dos amigos con el fin de equilibrar los ciclos ambientales, sociales y económicos en diferentes rubros mediante puntos de reciclaje, consultorías y productos amigables con el medio ambiente, se convirtió en la primera Empresa B certificada de Sudamérica y ganó el premio internacional The Circulars 2019.
El emprendedor, quien también fue el Champion de la COP25 –principal asesor presidencial de la cumbre de la ONU por el cambio climático –, destaca: “Desde muy chico recibí ciertas máximas que siempre han estado presentes en mi vida. ‘Ten pasión en lo que hagas’; ‘trata de impactar positivamente a la mayor cantidad de personas y lugares’; ‘no hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti’. Todos son mensajes para mí como el pan de cada día”.
Otro tipo de lucha ha llevado el ecólogo y activista Juan Pablo Orrego, rostro visible de conocidas campañas de oposición a proyectos hidroeléctricos en el sur del país, como el Grupo de Acción por el Biobío en los 90 y “Patagonia Sin Represas” en la última década. “Promuevo una cultura ambiental para la acción, positiva y pacífica, con la razón, no por la fuerza. No tengo verdades absolutas ni certezas. Trato de entregar una visión más sistémica, llamando a elevar la mirada a lo global”, explica quien se hizo conocido a fines de los años 60 al integrar la conocida banda musical Los Blops.
Hoy es director de la ONG Ecosistemas, preocupada por temas críticos relacionados con el agua, la protección de los ríos e impactos ambientales y sociales. Desde julio de 2014 es director de International Rivers, organismo mundial concentrado en la lucha para proteger los ríos y los derechos de las comunidades que dependen de ellos. “Necesitamos ecología profunda, internalizada desde lo personal a lo social. Entender que somos seres interconectados, que requerimos de todas las formas de vida de este planeta. La ecología, de alguna manera, deberá convertirse en un tema normativo”, señala.
Intrépidos
Una periodista le preguntó a Francisca Amenábar qué es ser intrépido. Ella le contestó que el término significa tomar un camino sin destino conocido ni retorno. “Cuando partí, no había dónde comprar alimentos a granel y detergentes amigables con el ambiente. Rallaba jabón Popeye para convertirlo en lavarropas o me hacía desodorantes naturales”, explica, dando a entender que no ha sido fácil. “Ahora ya están apareciendo empresas que ofrecen productos biodegradables, sin metales pesados, que los venden a granel o en envases retornables. Ya existe un mercado, no es necesario hacerse todo uno mismo”, agrega.
La bloguera recuerda también el entusiasmo inicial que la llevó a recoger rastrojos o restos de tallos y hojas de verduras en las ferias o el anillo de skate reutilizado que le regaló su marido cuando decidieron casarse, después de 11 años de relación. Su matrimonio fue sencillo y de bajo impacto. Se casó de verde, con un vestido que podrá volver a usar cuando quiera.
“Como profesora he reafirmado mi motivación por ser un agente de cambio para inspirar a más personas a sentirse parte de este sistema”, escribió en uno de sus posteos iniciales en redes sociales. Y se lo ha tomado a pecho, porque reconoce que no todos tienen los mismos tiempos de reacción y que es necesario compartir lo que se va aprendiendo. “Por un tiempo mantuve una vermicompostera en el living de mi departamento para mostrar lo inocuas que son las lombrices. Muchos amigos se motivaron con el tema al verlas”.
Tampoco fue fácil el camino que Ximena Abogabir tomó hace cuatro décadas cuando los chilenos jamás habían escuchado hablar de cambio climático. “Al dejar la agencia Porta, el sentir general fue que yo me había vuelto loca. Nadie me entendió. Trabajé ahí durante 27 años. Menos comprendían cuando comentaba que ahora me iba a pasar al lado de los buenos”, recuerda entre risas.
Ximena cofundó en 1983 Casa de la Paz, cuya primera sede se convirtió en un espacio de convivencia e intercambio para organizaciones sociales y medios de comunicación como el Comité Pro Defensa de la Flora y Fauna (CODEFF), CasAzul, la revista La Bicicleta, la Red Nacional de Acción Ecológica (RENACE), Greenpeace, Terram y el Movimiento Furiosos Ciclistas. Hoy, a los 71 años, se lanzó con Travesía 100, un nuevo proyecto que busca ser espacio de encuentro, generación de redes y educación para personas mayores.
“Tengo la percepción de que se hace un gesto en el momento justo, que resuena en la mente y en el corazón de los demás, pasándoles la acción. Para mí ir al Punto Limpio es una fiesta, sobre todo al ver a papás y mamás que van a reciclar con sus hijos, y son los más chicos los que les enseñan a los grandes”, relata y agrega: “Cuando Gonzalo me contó hace años lo de TriCiclos, le dije que no le iba a resultar. Pensaba que la gente nunca se iba a dar el trabajo de separar las cosas. Hoy, que Gonzalo sea el asesor de la cumbre mediaombiental supera todas mis expectativas. Nunca imaginé que podría pasar algo así”.
Antes de TriCiclos, el Champion de la COP25 trabajó 10 años en empresas del sector agropecuario, donde siempre lo frustró el hecho de poner en el mercado productos y servicios que generan un daño ambiental. “Ofrecíamos alimentos, pero al mismo tiempo entregábamos envases y desechos imposibles de reciclar”. Esto lo impulsó a dar el salto y jugársela por el emprendimiento que, en enero de 2018, incluso, lo llevó a comprometer a Chile en el Pacto por los Plásticos en la reunión del metaconsejo de Economía Circular del World Economic Forum en Davos, Suiza. Sin pensar en una vuelta atrás, Gonzalo firmó el documento en el nombre del Gobierno de Chile y ya, de regreso en el país, se lo presentó a la entonces ministra del Medio Ambiente, Marcela Cubillos, quien asumió el tema de inmediato. “Solo hay tres países en el mundo adheridos a este esfuerzo: Reino Unido, Francia y Chile, lo que es un tremendo orgullo para todos, un hito que pone rutas, métricas y plazos, forzando el cambio”, describe.
Gonzalo Muñoz sabe que no hay tiempo que perder y por eso su agenda no descansa. “Salir del embrollo que ha producido nuestra ruta de desarrollo es muy difícil. Requerirá esfuerzos notables para generar cambios culturales, estructurales, legislativos. Muchos tendrán que abandonar su zona de confort, para que más personas accedan al desarrollo por una vía sustentable”, explica con seriedad. En esta línea, el objetivo del Punto Limpio para TriCiclos no es simplemente el reciclaje, sino que evidenciar el problema que genera el disponer los residuos, “porque cada uno de esos empaques están mal diseñados o no fueron hechos para gestionarlos en forma simple. La tensión que se crea al reciclar servirá para que los cambios se produzcan ‘aguas arriba’, en los modelos de negocios y en los sistemas de diseño de consumo”.
Juan Pablo Orrego tampoco pensó en volver atrás. A fines de los 60 abandonó sus estudios de Biología por la música, pero años más tarde, radicado en Canadá, retomó el camino con un magíster en Estudios del Medio Ambiente con mención en Ecología y Antropología en la Universidad de York.
“Volví a Chile en los años 80 con una mirada más sistémica, cuando en el país ni se hablaba de estos temas. Y por esas cosas de la vida, a comienzos de los 90 me vi llamado a participar en la campaña de defensa del Biobío y de las comunidades pehuenches. Entré al tema en forma violenta. Se nos vino encima el sistema completo, con una mirada muy desarrollista, enfocada en la energía”, recuerda. “Pienso que nos adelantamos en la defensa medioambiental y el costo fue muy alto. El entonces Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle me acusó de ser un talibán y el abogado Pablo Rodríguez Grez usó el término ‘ecoterroristas’ al referirse a nosotros en uno de los recursos de protección que presentamos contra Endesa. Fue duro, siempre he sido un pacifista”, dice. “A mí los medios no me pescan. Me tienen susto. Y el sector empresarial para qué decir. A Douglas Tompkins le pasó lo mismo. Todas las coaliciones que armamos actúan con la razón, con argumentos y de buena manera. Pero el karma sigue vigente. Me ven como un radical”, agrega.
El activista vive en un edificio en la comuna de Nuñoa, full eléctrico –tal como describe– y le toca viajar en avión para asistir a reuniones ecológicas. “Es difícil ser consecuente, sobre todo en Chile. Tengo una camioneta del 2011 y una casita de pino radiata de 70 metros cuadrados en el Cajón del Maipo. Pero qué voy a hacer. Al meterme en esta lucha, al defender los ecosistemas y los derechos de las poblaciones locales, lo menos que haces es plata. Si tuviera más recursos tendría paneles solares, aspas eólicas, un auto híbrido, pero todo eso cuesta mucho dinero. Es una paradoja”.
Hay futuro
Casi 2.000 likes sacó la publicación de Francisca Amenábar en Instagram del 12 de mayo pasado. Ese día le contó a sus seguidores que viene en camino al mundo una pequeña niña, su hija. “Nacerá en octubre, pero yo creo que va a llegar antes”, comenta feliz, mientras su post, varias semanas después del aviso, sigue recibiendo todo tipo de saludos y consejos maternales. Como el de #lacarodelfuturo que asegura “debe haber una forma de traer hijos al mundo de forma sustentable, lo hacían nuestras abuelas, nosotras también podemos”.