Revista Universitaria: La mega crisis
Esta situación que afecta hoy no solo a Chile tiene raíces psicológicas y culturales que trascienden los hechos concretos en que su problemática se hace visible en forma de protestas, movilizaciones masivas y violencia destructora. Los asuntos graves que afectan hoy a la sociedad son, en su conjunto, el resultado del modo de pensar y de actuar de un tipo humano generado a nivel mundial desde mediados del siglo XX.
El estallido social de Chile en 2019 tomó por sorpresa a la mayor parte de los chilenos. Pero no a todos, pues no son pocos los que desde hace tiempo tenían la certeza de que algo semejante tenía que ocurrir en un país en el que las desigualdades sociales figuran entre las más injustas del mundo.
Se habló entonces de salarios, pensiones, impuestos, salud, educación, seguridad, corrupción, discriminación, pérdida de confianza a todo nivel, desprestigio de nuestras instituciones, incapacidad de nuestros gobernantes para comprender el momento histórico, en fin, tal es el inventario que integra la masa de nuestra megacrisis.
Pero la tendencia inevitable a juzgar los acontecimientos de este fenómeno solo en el plano político y económico es como un velo que nos impide percibir el mar de fondo común que los homologa con sucesos de la misma naturaleza, que ocurren en otros países y en un mismo contexto. Por otra parte, y esto es lo más fundamental: esta megacrisis que afecta hoy no solo a Chile tiene raíces psicológicas y culturales que trascienden los hechos concretos en que su problemática se hace visible en forma de protestas, movilizaciones masivas y violencia destructora.
Cosmovisión disruptiva
Pocos son entre nosotros los que están dispuestos a ver en esta ria por la que la generación de riqueza y el progreso de las artes crisis algo más que la mecánica de estos hechos rupturistas y sus causas inmediatas, aunque, por otro lado, nadie podría contradecir la afirmación de que los problemas graves que afectan hoy a la sociedad son, en su conjunto, el resultado del modo de pensar y de actuar de un tipo humano generado a nivel mundial desde mediados del siglo XX. En la estructura psicológica de ese tipo humano se ha formado una cosmovisión que ha puesto a la especie humana frente a la naturaleza y frente a sí misma en una relación que no es armónica ni integradora, sino esencialmente disruptiva y conflictiva. Esa cosmovisión siempre ha estado en la mente del hombre occidental, pero nunca había tenido a su disposición, como ahora, los instrumentos ideológicos y técnicos como para llevarla hasta sus últimas consecuencias.
La civilización industrial masificó a los pueblos, los desarraigó de su cultura tradicional que era el fundamento espiritual de su sabiduría, su virtud y su creatividad, para transformarlos en una masa amorfa de consumidores y usuarios pasivos- Gastón Soublette.
En un intento por describir las características psicológicas de este tipo humano podría decirse que, desde sus antiguas raíces culturales grecolatinas, este ha actuado y ha pensado en términos de oposición y dominio. Desde la elaboración de su racionalidad científica y filosófica, su actitud fundamental ante la vida ha sido singularizarse hasta fijar una frontera absoluta entre el sujeto y el objeto, con el fin de definir el ser y el sentido en términos de poder, por las exigencias superiores de una sociedad dominadora.
El aporte del Cristianismo a la cultura europea no logró cambiar en su base esa actitud, aunque generó una cualidad espiritual ante el ser supremo, capaz de fundamentar una ética que hizo posible la cooperación de los diversos estamentos sociales, de todo lo cual emergió la cultura occidental.
Pero la actitud de conocer el mundo para imponer el diseño del hombre a la naturaleza y sacar provecho ilimitado de todas las cosas no cambió. Solo atemperó las expectativas de proyecto de mundo concebido en su pensamiento político y técnico.
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