Revista Universitaria: Testigo de un siglo
A 100 años de imprimir su primer número, este medio de comunicación se posiciona como una de las publicaciones más antiguas a nivel nacional. A través de sus diversas etapas, la RU ha transmitido el conocimiento que se multiplica en las aulas de esta institución a la sociedad. El largo viaje que se inició en 1915 ha dado sus frutos: esta revista es ya un espacio de encuentro y discusión interdisciplinario que busca convertirse en un referente.
Artículos, entrevistas, intelectuales destacados, labor académica, noticias, fotografías, y diversas disciplinas convergen en sus páginas. Después de vivir un siglo, la Revista Universitaria pretende hacer evidentes las diferentes etapas de su trayectoria, para reflexionar en torno a su aporte en la construcción de la identidad de la Universidad Católica. Sus diferentes propuestas y escritos han contribuido a convertirla en un referente del mundo universitario y su historia.
Con el objetivo de “estrechar la unión entre los alumnos” y “estimularlos en el estudio de sus distintas asignaturas”, el rector de la UC, Martín Rücker, presentó en 1915 el N°1 de la Revista Universitaria. Respaldados por el Arzobispo de Santiago, Juan Ignacio González, los alumnos crearon esta publicación para dar a conocer parte de los trabajos y discusiones que se divulgaban en sus centros de alumnos. De este modo, nació como un espacio de difusión e intercambio entre las facultades, bajo la iniciativa de fortalecer el espíritu universitario y hacer pública la labor que realizaba la institución en beneficio del conocimiento y desarrollo del país.
La Universidad Católica fue fundada en 1888 bajo la misión de educar al pueblo chileno en la fe y la razón, en un momento en que el Estado cuestionaba el rol que cumplía la Iglesia en la educación chilena. Tomando en cuenta lo que era y a lo que aspiraba la UC, la revista se inserta como un medio al servicio de los ciudadanos, ya que al publicar investigaciones y dar a conocer sus actividades buscaba extender el conocimiento más allá de las aulas.
Luego de que se interrumpiera la realización de los Anales (1888-1890) y Anuarios de la Universidad Católica (1897-1905) –ambos textos dedicados a registrar y dar a conocer las labor desplegada por la institución–, la Revista Universitaria comenzó su tarea publicando los trabajos de alumnos y académicos que participaban en los centros de Derecho, Ingeniería Civil, Arquitectura, Agronomía y Sub-Ingeniería, y dando a conocer parte de las actividades que se realizaban en la institución, como los congresos, los discursos universitarios, los homenajes a profesores y alumnos, o las fiestas y eventos deportivos, cuestión que era complementada en algunos números con la Memoria Anual de la universidad o la presentación de artículos de algunas revistas extranjeras. De este modo, pasó a ser un verdadero compendio de lo que pensaba en la UC, y se convirtió en una expresión pública de la obra que desarrollaban los católicos a través de la universidad.
El primer año es sintomático de esta vocación social por expandir el conocimiento científico, con artículos sobre “La misión moral de la universidad”; “La importancia de Estudios Sociales”; “El Feminismo”; “El Cristianismo y las artes”; “Organización político-social chilena” y otros más técnicos como “El proyecto del lago artificial El Yeso”.
El impreso se consolidó como un espacio de extensión de la vida universitaria en la UC. Por eso, en mayo de 1920, una vez que asume Carlos Casanueva como rector, esta se convirtió en una “Publicación bimestral de la Universidad Católica de Chile”. Este cambio respondió a la búsqueda del rector Casanueva por avivar el desarrollo de una comunidad universitaria y entablar una comunicación directa con las inquietudes sociales del mundo; cuestión que manifestó en la editorial de julio de 1922:
“…no es ni debe de ser la universidad un simple local en que hay clases a ciertas horas, sin otro vínculo entre sus directores, profesores y alumnos que el momentáneo de clase sino como hemos dicho un hogar y una familia muy unida, (…) que ha de tratar de estar en contacto con los organismos primordiales de la acción católica y de la vida social, científica, literaria, industrial y nacional, en todo aquello que nuestra universidad pueda servirlas y ayudarse, estableciendo relaciones de mutua comunicación de ideas y coordinación de esfuerzos.”
Tomando en cuenta que desde este medio se hacía un reconocimiento al trabajo y la misión de la Universidad Católica frente al país, sus páginas fueron el espacio para llamar a los católicos a que se sintieran parte de esta obra y permitieran su crecimiento y perpetuación mediante aportes económicos a la misma. Por ello, aquí se anunciaban también las acciones de la institución “Amigos de la Universidad Católica”, creada en 1922 para estrechar lazos entre esta casa de estudios y sus benefactores y donde se promocionaba la colecta anual que se realizaba para obtener fondos.
“Rogamos a los que reciban estas páginas dediquen unos cuantos momentos a su lectura; seguros estamos que muchos admirarán la Universidad Católica, a quienes se les despertará el deseo de ayudarla para que siga desenvolviéndose y dando abundantes cosechas de bienes científicos y morales.”
El estilo de la revista Finis Terrae
En 1936 la Revista Universitaria dio un vuelco en su línea editorial y se dedicó hasta 1968 (año de su cierre temporal), a la presentación de los Anales de la Academia Chilena de Ciencias Naturales, de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Facultad de Arquitectura, de la Facultad Pontificia de Teología, de la Academia de Biología, de la Escuela de Servicio Social “Elvira Matte de Cruchaga”, de la Academia de Letras y a las publicaciones del Observatorio San Cristóbal de la UC. Los profesores presentaron las investigaciones que realizaban como gremio, de tal manera que se le reconoció como una publicación anual especializada en diversas áreas.
Ante la falta de un espacio para divulgar el desarrollo universitario, el Departamento de Extensión Cultural de la UC creó en 1954 la revista Finis Terrae, bajo el ímpetu de que todo académico expusiera allí sus trabajos de investigación junto a otras disciplinas. Este nuevo medio publicó –bajo el sello inconfundible de su director Jaime Eyzaguirre– interesantes ensayos, artículos, poemas y crónicas del más alto nivel universitario.
Tras el cierre de Finis Terrae, en 1978 la UC decidió reeditar la antigua Revista Universitaria para las celebraciones del nonagésimo aniversario de su fundación, pues reconocía la significancia que tenía en el desarrollo de su vida y misión. Bajo la dirección de Hernán Larraín, la RU se reintegró a las publicaciones de esta casa de estudios para dar una visión conjunta del trabajo académico y del esfuerzo creativo que realizaban los profesores de la UC.
Así, en tiempos en que el ambiente universitario estaba bastante convulsionado a causa de los conflictos políticos que vivía el país, emergió como un canal de difusión donde se publicaban artículos académicos que avivaron el sentido de comunidad universitaria. “Es una revista que lleva consigo la inspiración de la primera publicación representativa a toda la universidad”, afirman en la editorial. “Por ello ha tomado en propiedad su nombre. Pero es el estilo y el sentido de Finis Terrae, junto con la imagen de su creador, el que vivifica y anima en lo más profundo esta iniciativa” .
“Un sitio en el mundo”
A finales del siglo XX, la UC busca consolidar su imagen de institución católica, hispanoamericana y latinoamericana, poniéndose al servicio de una sociedad conmovida por las injusticias sociales, los daños al medio ambiente, la pérdida de las culturas indígenas, la ceguera ante los signos del tiempo y los vacíos del “progresismo”, entre otros. La RU, que hasta ese entonces se mantenía volcada a temas internos, emprende una nueva etapa abriendo sus puertas para que en ella se publique y dialogue en torno a tópicos atingentes a la realidad social universal, dando espacio a que presente su posición como institución católica.
Esto comenzó en junio de 1983, con la publicación N°10 de la revista, donde su director Hernán Larraín y la reciente editora Cecilia García-Huidobro (quien en 1993 asumió como directora), cambiaron su estructura y crearon los dossiers como un mecanismo editorial para que académicos y destacados autores latinoamericanos hablaran y discutieran temas de transcendencia general.
Apostando por este cambio, Cecilia García-Huidobro invitó a pensadores chilenos y extranjeros para que escribieran en torno a distintas temáticas: “América en el pensar de sus hombres” (Nº25, 1988), “Medio Ambiente ¿Por qué ahora?” (Nº17, 1986) o “La década que terminó con un muro” (Nº29, 1990).
Para la directora de entonces, lo importante era crear un sitio donde se pudiera reflexionar con detención los acontecimientos actuales, sin dejar que se perdieran en el bosque de la instantaneidad:
“…mientras más inmediata es la mediatización, más urgente se torna la necesidad de una mirada reposada, una reflexión de la realidad, una re-visión, como etimológicamente indica la palabra revista […]. En ella se imprime una polifonía de personas y temas que comparten múltiples miradas con el lector, quien tendrá, en estos fragmentos, diversos modelos para amar.”
Como se destacó años más tarde, esta fue una “época de oro en la que muchas veces se incluyeron temas y opiniones que no hubieran tenido lugar en ningún otro medio” . En palabras del rector Juan de Dios Vial Correa, en 1993: “La revista es como una avanzada que explora, ayudando a definir el sitio de la universidad en el mundo cambiante que se mueve” .
“No es el momento de callar”
Con el nombramiento de la periodista Sonia Quintana como directora en 1997, esa reflexión internacional se trasladó hacia una mirada país. Bajo una editorial titulada “Una nueva etapa en la Revista Universitaria”, el vicerrector Académico de la Universidad de ese entonces, Ricardo Riesco, estableció: “En tiempos en que existe un profundo y en ocasiones radical debate acerca de las formas y principios básicos del ordenamiento y funcionamiento social, político y cultural de la sociedad, en los umbrales del siglo XXI, la Revista Universitaria, como órgano de expresión de una actividad intelectual-académica de una institución de la Iglesia Católica, siente que no puede estar ausente de este debate” .
De este modo, afirmando que “no es el momento de callar”, la revista inició este nuevo ciclo, presentando un dossier sobre “La Reforma Educacional” donde escribieron autores como Josefina Aragonese, (de la Facultad de Educación UC), Ricardo Krebs (Historia UC) y Nicanor Parra (Universidad de Chile). Así, se dio espacio para hablar de temas tan importantes y diversos como los alcances de las terapias génicas, el medioambiente, la calidad de vida y el sistema de salud chileno.
El periodista Gonzalo Saavedra, quien asumió la dirección en 2002, continuó la labor emprendida por Quintana, haciendo de la RU un lugar para el diálogo político y cultural dentro del país, ya que además de presentarla como un referente del pensamiento UC frente a la realidad nacional, en este nuevo ciclo buscó dar espacio para que participaran instituciones como el Teatro UC, el Cine UC, Teleduc y otros, siempre con dossiers de temas nacionales (participación ciudadana, crisis energética en Chile, corrupción, entre otros). Esta orientación siguió vigente con Miguel Laborde, tras ser nombrado director en 2007: innovación, descentralización, modernización del Estado y energías renovables son algunos de los temas que se abordaron.
En 2011 la revista volvió a replantear su función frente a la comunidad universitaria. A partir del N°110 (abril-mayo de 2011) se presentó como “Revista para los exalumnos”, en el entendido de ser “fundamentales” para la estrategia de desarrollo que plantea la UC durante el periodo 2010-2015. En palabras del rector Ignacio Sánchez, con este cambio “buscamos entregarles (a los exalumnos) la información necesaria para que sepan lo que ocurre en la UC y la investigación e innovación que están generando sus facultades”.
La Revista Universitaria, con sus propuestas y transformaciones, es un reflejo del trayecto experimentado por la UC durante estos 100 años y una manifestación viva de los intereses e inquietudes de sus alumnos y académicos frente al acontecer nacional y mundial del momento. Ha sido y es un elemento forjador de la identidad desde sus primeros centros de alumnos. Su sello ha estado marcado por una institución que, desde su misión católica, siempre ha buscado poner el conocimiento al servicio de la sociedad chilena.
Revisa este y otros artículos en la Edición Especial Revista Universitaria 100 años