Romper las asimetrías del poder
Según quienes se han dedicado por varios años a la materia, la participación ciudadana organizada cumple varios papeles, como la profundización democrática, la influencia en políticas públicas, la capacidad de anticiparse al Estado y la representatividad de los problemas del país. Esto, a pesar de sus múltiples limitaciones, entre ellas, la falta de financiamiento, que les impide desarrollar su labor de manera sistemática, ejercer presión social y ser impulsores de un cambio real. Este es el tema central de la edición nº 162 de Revista Universitaria.
La puerta metálica sigue cerrada con doble llave. Las dos canchas pequeñas de goma sintética no rechinan. Ya no se puede oír el sonido de los balones chocando una y otra vez con las rejas. Tampoco se escuchan esos gritos agudos y alegres de niños y niñas que corrensin parar. La sala está vacía, nadie más acompaña al aire y al polvo.
Hace más de un año que la junta de vecinos “Santa Ana”, ubicada en el cruce de Brasil con Santo Domingo, no realiza talleres recreativos y participativos para niños, niñas y adolescentes (NNA), como sí se hizo cada sábado, desde inicios de 2016 hasta mediados de octubre de 2019. Tanto el estallido social como la pandemia del covid-19 han mermado la labor de los voluntarios y voluntarias que decidieron formar la Fundación Un, dos, tres por ti, compuesta en su mayoría por jóvenes que no superan los 24 años de edad.
Si bien las actividades en el Barrio Brasil comenzaron hace casi cinco años, la constitución legal de la organización se ha desarrollado desde mediados de 2020, tras un proceso cada vez más autónomo de la Fundación Gesta, espacio donde comenzaron muchos de los jóvenes voluntarios.
Adriano Castello, presidente del directorio, reconoce lo difícil que ha sido este año para el grupo: “Si bien pudimos hacer las “colonias” –espacio de recreación que dura una semana completa en las vacaciones de verano e invierno– en enero en un colegio cercano a la junta de vecinos, después no pudimos volver. El hecho de no poder vernos y solo comunicarnos a través de redes sociales, se vuelve muy impersonal, poco cercano. El trabajo que hacemos depende mucho del contacto directo con los NNA”.
El joven egresado de Derecho en la Universidad de Chile agrega: “Ha sido súper fuerte, las familias nos dicen que necesitan este espacio. No lo ven solamente como recreación, sino como un momento de contención, un apoyo emocional para ellos en momentos complejos”. En 2020 solo han podido ver presencialmente a algunas familias, debido a que en mayo iniciaron una campaña de colecta de alimentos para quienes más lo necesitaban, por los efectos económicos de la pandemia. Según sus cálculos, la campaña ha juntado dos canastas por familia y ha llegado a cerca de 80 personas. Sin embargo, desde que el grupo funciona en el barrio, han influido en aproximadamente 500 NNA del sector, el cual está muy marcado por la inmigración y una pobreza escondida.
Del total de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) inscritas en Chile, cerca del 80% entra en la categoría de “organizaciones comunitarias funcionales”, según cifras del Centro de Políticas Públicas de la UC. Aquí se incluyen agrupaciones como juntas de vecinos, clubes de adulto mayor, uniones comunales, comités de seguridad, clubes deportivos, centros de madres o comités de vivienda, por dar algunos ejemplos. En el 20% restante, es importante señalar que las fundaciones prácticamente se han duplicado en los últimos cinco años, pasando de un 6,8% del total, en 2015, a un 9,4% en 2020. Estos tipos de agrupaciones civiles son conocidas internacionalmente como el “tercer pilar”, concepto que fue acuñado por el economista indio Raghuram Rajan para caracterizar la relación de las comunidades con el Estado y el mercado.
La escritora canadiense Lake Sagaris, quien lleva varios años trabajando sobre gobernanza colaborativa y participación ciudadana desde la perspectiva del transporte, considera que estos espacios “de base”, en especial las juntas de vecinos, “son tremendamente importantes, porque reúnen una cantidad de miradas, sensibilidades, necesidades y aspiraciones que son muy representativas de la población real. Ahora, no por muy importantes que sean significa que son bien tratadas. En general son ninguneadas, maltratadas, tienen muy pocos recursos”.
Para Sagaris, algo que forma parte de este problema es que “lamentablemente lo demostrado en los estudios del poder en Chile, particularmente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en los últimos 10-15 años, es que tenemos una élite y una estructura institucional muy cerrada, que no tiene mucha capacidad de acoger a nuevos actores. El nuevo actor siempre es ‘el otro’, ‘el extraño’”, explica. Por lo mismo, ella siente que “el país tiene un problema institucional muy fuerte y una descentralización que quedó truncada, particularmente en relación con los gobiernos regionales y locales. La democratización de esos poderes es urgente”.
"(...) Las familias nos dicen que necesitan este espacio. No lo ven solamente como recreación, sino como un momento de contención" - Adriano Castello, Fundación Un, dos, tres por ti.
OSC: "El tercer sector"
En opinión de María Eliana Arntz, directora ejecutiva de la Fundación Casa de la Paz, organización que funciona hace 37 años velando por la participación ciudadana en temas medioambientales y en el desarrollo sustentable, “un desafío mayor es romper las asimetrías de poder que se dan entre los distintos actores que están en torno a una controversia, una discusión o intereses contrapuestos. Hoy seguimos teniendo una sociedad civil muy débil, que no está a la altura del país que somos y el que aspiramos ser”, asegura.
La fundación tiene un rol importante como facilitador en instancias de diálogo entre las comunidades y el sector tanto público como privado. En ese sentido, dadas las numerosas experiencias de la corporación en distintos lugares del país, Arntz afirma que la sociedad chilena tiene “un déficit democrático muy importante. Nuestra cultura cívica está poco desarrollada y esto se nota muchísimo en estos procesos. Lo mismo ocurre al interior de las propias organizaciones sociales, se tienden a reproducir mecánicamente estos modelos autoritarios del sistema y de la élite chilena en organizaciones sociales que tienen un relato, en teoría, mucho más democrático”.
Francis Valverde, presidenta de la Asociación Chilena Pro Naciones Unidas (ACHNU), precisa el papel de la sociedad civil como un “tercer actor”: “Jugamos ese rol con el Estado y el mercado por incidencia, pero no por poder. Desafortunadamente, el tema que más nos complica es el no reconocimiento por parte del Estado de la tarea que cumplimos como sociedad civil”, menciona.
La actual vocera del Bloque por la Infancia, que reúne a más de 400 organizaciones en Chile, sostiene que una tarea fundamental del “tercer sector” es la profundización democrática. Esta, según Valverde, se ve amenazada porque el modelo económico neoliberal en el cual estamos inmersos hace un daño muy grande al involucramiento de las personas en la actoría social y política que debería tener. Este discurso individualista que ‘con mi propio esfuerzo salgo adelante’ o ‘yo puedo solo’, es absolutamente falaz y cuesta mucho romper esa cultura”.
Según Adriano Castello, este es un punto muy complejo. “Hay que convencer a los que no están convencidos de que es posible cambiar las cosas, pero ese paso es difícil porque depende mucho de los intereses particulares de cada uno, tener el cambio de switch para salir de esa burbuja. No los puedes obligar a ser parte de esto, por algo nos llamamos voluntarios”, menciona.
"Hoy seguimos teniendo una sociedad civil muy débil, que no está a la altura del país que somos y el que aspiramos ser" - María Eliana Arntz, Fundación Casa de la Paz.
"La ciudadanía es la número uno"
Otro rol que cumplen las OSC es encarnado por la Corporación Yo Mujer, que nació hace 20 años con el fin de acompañar, educar y contener a mujeres con cáncer de mama y a sus familias. También tiene la misión de educar a la comunidad sobre la importancia de la detección precoz de esta enfermedad. Ana Cox, presidenta de la organización, afirma que “hace tiempo venimos influyendo en las políticas públicas. Por ejemplo, hace diez años que hemos instalado una mirada para que se hable distinto del cáncer. Hoy todavía ves el diario y dice ‘perdió la lucha’, ‘está ganando la batalla’. Esto no es una guerra, no hay que usar palabras bélicas, porque no hay voluntariedad en el resultado del tratamiento”.
Cox, quien es fundadora de la corporación, cree que “las OSC son responsables de la voz de la sociedad civil. Sí son el ‘tercer sector’ y además hacen una tarea que el Estado no puede hacer, porque le faltan recursos o experiencia en algunas áreas”.
En este punto, Lake Sagaris toma un ejemplo ocurrido en los últimos meses: “La autoridad nacional no es capaz de entregar cajas de alimentos rápidamente. Mientras el Gobierno trataba de hacerlo, estaban las ollas comunes y juntas de vecinos al otro día reuniendo alimentos y fondos, para ayudar a los vecinos que estaban pasando hambre”. A su juicio, considera que “la idea de que un solo actor iluminado puede tomar decisiones para todo se agotó en todos los espacios”.
Por lo mismo, la escritora que ha sido premiada nacional e internacionalmente por su contribución a proyectos ciudadanos, plantea: “La sociedad civil no es ‘el tercer sector’, la ciudadanía en democracia es el número uno. Los gobiernos que mandan sin la sociedad civil y la ciudadanía activa tarde o temprano tienen muchos problemas”.
El camino y sus obstáculos
Para la pedagoga y experta en derechos humanos Francis Valverde, un límite importantísimo en las OSC es lo económico. “No tenemos los recursos que implicaría mantener una incidencia permanente, de modo tal que pudiésemos generar una presión social mayor y un pronunciamiento más sistemático para evidenciar, denunciar y hacer propuestas de cambio”, explica.
De acuerdo a los estudios de la Asociación Chilena de ONG ACCIÓN y de Sociedad en Acción, en 2014 y 2015 respectivamente, la mayor fuente de financiamiento para las organizaciones de la sociedad civil proviene del Estado y de los ingresos propios que se puedan generar como institución, las cuales en general no tienen fines de lucro.
Ana Cox coincide y enfatiza que este hecho se ha acrecentado con la pandemia, pues “todas las instituciones estamos en este minuto con dificultades económicas, pero igual hacemos muchas tareas con lo poco que tenemos”. Por ejemplo, una de las fuentes de recursos más importantes para la Corporación Yo Mujer era una corrida que se hacía todos los años a mediados de octubre. Debido al estallido social y la pandemia, ya es la segunda vez que no se ha podido realizar la actividad, lo que reduce su presupuesto anual a la mitad, según cuenta Cox.
A pesar de esto, menciona que “la pandemia nos replantea una forma de trabajar distinta. Antes estábamos felices si llegaban 20 personas a un taller presencial, que se llama “Preguntas al oncólogo”, y ahora se conectan 90 personas al taller online, con gente de todo Chile, Potosí y Buenos Aires. Nos ha hecho llegar a un montón de mujeres que nos necesitan”.
Desde la perspectiva que ha asumido la Fundación Casa de la Paz durante sus casi cuatro décadas de operación, María Eliana Arntz cree que la crisis de confianza es un problema importante en el futuro democrático de Chile. Por ende, “para mantener la cohesión social necesaria, debemos sentir que podemos conversar en la misma mesa y con reglas claras, en la que no me manipulen, que no haya abuso de poder”, asevera. La geógrafa concluye: “Nuestra sociedad se complejizó enormemente y eso es una buena noticia. Entonces, la solución que tenemos que encontrar es aprender a vivir en la diferencia”.
Lake Sagaris sostiene que el país tiene dos desafíos estratégicos, uno es el pasar de la crítica a la propuesta: “Los chilenos tienen muy claro lo que no quieren, pero necesitan aclarar y ponerse de acuerdo en lo que queremos en conjunto. El otro cambio paradigmático central es dejar atrás el ‘qué’, lo importante es enfocar ‘quién’ va a tomar las decisiones y ‘cómo’ vamos a tomar las decisiones. Es decir, estructurar un sistema participativo para ir abordando toda esa larga lista de los ‘qué’ en su justa escala y según las prioridades locales, regionales y nacionales”.
Adriano Castello explica que para la naciente Fundación Un, dos, tres por ti, su presente y futuro radica en “crear espacios de empoderamiento de los NNA por medio de una perspectiva transformacional, donde podemos entregar herramientas para que sean líderes, protagonistas y agentes de cambio en su entorno”.
Por lo mismo, el desafío es complejo. “Parte de la tarea es crear una estructura que permita la sustentabilidad del trabajo en el tiempo”, afirma. Para el joven presidente de Un, dos, tres por ti, “los voluntarios no somos imprescindibles. Por eso, hacer la transición del protagonismo a los NNA que van pasando a ser parte del proyecto como voluntarios es fundamental”.
*Revisa la edición completa del número 162 de Revista Universitaria