Una oportunidad de inserción para mujeres privadas de libertad
Empezó a estudiar en la cárcel para aprender a leer y escribir, y no la discriminaran por eso. No sólo cursó la enseñanza básica y media, sino que hoy Rosario Triviños es una flamante Técnico en Enfermería, gracias a su gran resiliencia y ganas de salir adelante, y el apoyo y compromiso de Fundación Mujer Levántate y de ELEDUC, una iniciativa liderada inicialmente por el decano de Agronomía e Ingeniería Forestal, conformada por profesores, profesionales y estudiantes de la UC.
“Una vez hice un curso de Infocap que está dentro de la cárcel, en que nos enseñaron gastronomía. Pero yo no podía seguir una receta, porque no sabía leer. O sea, no entendía lo que leía y me costaba escribir. Empecé a darme cuenta que me hacía falta como persona aprender lo más básico, porque de alguna forma me discriminaban y yo notaba eso”, recuerda Rosario Triviños, quien estuvo privada de libertad en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín.
Y prosigue su historia: “Me propuse estudiar. Saqué tres cursos en uno: segundo, tercero y cuarto básico; después quinto y sexto, séptimo y octavo, y así… ya en el último año que me quedaba de condena pude hacer tercero y cuarto. Ahí llegó la idea de preparar la PSU. No saqué tan excelente puntaje, pero fui capaz de entender y de responder, eso fue una buena experiencia.
Entonces me dijeron: “Mira Rosario, tienes una beca gratuidad”, y me preguntaron qué me gustaría estudiar. La verdad, nunca se me había ocurrido que podía estudiar. Entonces me ofrecieron seguir Técnico en Enfermería. “¿Lo tomas o lo dejas?”, me preguntaron. “Lo tomo”, respondí. A todo digo que sí (ríe). El lunes me fui a matricular al Duoc UC y el martes ya tenía que ir a estudiar. Ni si quiera me dio tiempo para asimilarlo.
Odié la carrera en un principio. Porque es complicado, aprenderte todas las partes del cuerpo, muchas preguntas, el nombre de la célula, la hormona… ¡Ay… muchas cosas! Para mí todo era nuevo. Por ejemplo, muchas veces estuve en salas equivocadas porque no sabía leer un horario… Pasé muchos momentos vergonzosos, en que me decían: “esta no es su sala”. “¿Y cuál es mi sala?”, preguntaba. “Usted tiene que saber eso”, me decían.
Tampoco sabía ver los mails ni usar el computador. Primero empecé a pedirles ayuda a las compañeras, pero después me miraban como diciendo: “aprende”. No leía los correos, entonces estaba perdida total, porque te llega todo por mail: las clases, las materias, los avisos de pruebas…
En los trabajos grupales me dejaban a un lado, porque yo siempre era la que no sabía. Me sentí discriminada igual, pero pensé: “he estado en lugares peores” (y ríe). En la cárcel yo me defendía de otra manera, pero en la universidad no te puedes defender igual. De alguna forma me sentía indefensa. A veces no podía decir nada, porque me quedaba sin palabras.
Hubo un grupo de compañeras que sabían mi situación y me acompañaban a la casa de acogida, que estaba a la vuelta. Siempre me ‘apañaban’, me enseñaron casi todo. También estaba la Camila, que estudiaba Enfermería, que me ayudó harto desde el principio. Después llegó José Luis, que fue mi tutor. Me decía: “mira, en esto hay que fijarse, esto hay que preguntar”, él me orientaba con todos los temas administrativos. O me preguntaba: “ya, qué piensas hacer, qué quieres”, esas cosas. A mí me costó harto matemática y él me ayudó harto. Tienes que esforzarte el doble cuando no sabes, aprender de todo.
También me tocó el estallido social. Estaba todo el mundo eufórico, no se sabía qué iba a pasar, tanta ‘quemazón’... Después respiramos un poco, volvimos a clases, pero luego llegó la pandemia. Entonces le dije a la madre (Hermana Nelly León): “yo me voy para el sur”. En el Duoc me pasaron un computador, pero no entendía nada: “Qué zoom, qué hago”. Tuve clases hasta por el celular. Me fui a vivir con mi padrino a Puerto Montt -mi papá adoptivo-, él me recibió en su casa.
En el camino me fui enamorando de la carrera y ahora estoy enamorada de esta profesión. Además, que yo tengo carácter y soy preguntona. Le pregunto a los pacientes: ¿Qué le pasó, qué remedio toma y por qué toma ese remedio…? Soy como bien intrusa y copuchenta. Así que esta profesión es como anillo en el dedo para mí.
Fue una bonita experiencia, conocí gente maravillosa, gente muy linda. Uno dice: “uy, existe gente buena, gente que te quiere ayudar…” Porque en el mundo en el que estaba, todo es por conveniencia, en cambio aquí no, es un cariño real.
Tengo muchos sueños en mi cabeza. Me gustaría seguir capacitándome, seguir estudiando en el área de la salud. Quiero dar lo mejor de mí como profesional, aprender, cuidar a otros, porque encuentro que soy para eso. Es hora de tener algo estable y tener un futuro tranquilo. Y todas las cosas malas que he vivido tomarlas como un aprendizaje.
El proceso fue doloroso, pero hubo un cambio increíble. Tuve que demostrar que se puede y que a veces las personas que parecen menos capaces, lo son. Porque uno tiene las ganas de superarse. Aprendí que la educación es muy importante. Es un arma, porque puedes hablar con fundamentos, no hablas sobre la ignorancia. Me siento súper fortalecida como mujer. De alguna forma, te miras y te descubres. Me descubrí”.
"Tengo muchos sueños en mi cabeza. Me gustaría seguir capacitándome, seguir estudiando en el área de la salud. Quiero dar lo mejor de mí como profesional, aprender, cuidar a otros (...)" - Rosario Triviño, participante programa ELEDUC y Fundación Mujer Levántate.
El compromiso de la UC
Rosario es la primera mujer egresada de una carrera apoyada por la Fundación Mujer Levántate y ELEDUC -iniciativa de la UC que busca que las mujeres privadas de libertad puedan estudiar.
Por eso las felicitaciones y aplausos a Rosario no se hicieron esperar, apenas entró a la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal en el Campus San Joaquín, junto a la Hermana Nelly León, presidenta de la Fundación Mujer Levántate. La esperaban, con bastante emoción, el decano Rodrigo Figueroa y el profesor de la misma facultad, Eugenio Bobenrieth; la exdecana y académica de la Facultad de Educación Lorena Medina; la directora de Inclusión Catalina García; Lilian Canales, de la Facultad de Ciencias Sociales; Leyla Darras, coordinadora de Solidaridad de Pastoral UC; y José Luis Mojica, tutor de Rosario y egresado de Ingeniería Comercial.
Como cuenta el decano Rodrigo Figueroa, todo partió “a partir de la motivación de un estudiante nuestro que quería hacer algo en la cárcel de mujeres. Entonces, junto con el profesor Eugenio Bobenrieth y otros miembros de la Facultad, postulamos un proyecto al concurso de la Vicerrectoría de Investigación y Pastoral UC”. Gracias a esa iniciativa crearon huertas en el “patio católico” del centro penitenciario, donde conocieron a la hermana Nelly; realizaron talleres donde les enseñaron a las internas sobre plantas medicinales y algunos usos.
Luego vino la visita del Papa Francisco a la cárcel de mujeres. “Eso cambió drásticamente lo que estábamos haciendo. En uno de los discursos, el Santo Padre dice que es responsabilidad de la sociedad preocuparse de la inserción de cada una de las mujeres; no de unas pocas, sino de cada una. Eso me marcó. Entonces la Hermana Nelly nos preguntó a Eugenio y a mí: ¿Cómo seguimos?”, recuerda el decano Figueroa. Ahí surgió la idea de ofrecer un preuniversitario y nivelación escolar al Liceo Santa María Eufrasia, que se encuentra al interior de la cárcel.
Invitaron a la entonces decana de Educación, Lorena Medina, a participar del proyecto como Facultad. “Nos reunimos para pensar en conjunto cómo apoyar el proceso formativo de las internas, pensamos una propuesta de trabajo y apoyo educativo, creamos el nombre ELEDUC (En libertad de Educación) y convocamos a instancias de la Facultad que pudieran aportar en esta tarea. Fue así como vinculamos a la recientemente creada Red Aprende de la Facultad, coordinada por la profesora Olga Espinoza y constituida por estudiantes y académicas/os voluntarios; así como a nuestro CENTRE UC, de modo de ofrecer Becas de perfeccionamiento a profesores del Liceo Santa María Eufrasia”, cuenta la académica.
También sumaron al entonces decano de Ciencias Sociales, Eduardo Valenzuela, quien nombró como representante de su Facultad a Lilian Canales; con el mismo entusiasmo invitaron al Preuniversitario UC y a la Pastoral. “La Hermana Nelly organizó un grupo de internas y empezamos a ir a la cárcel a hacerles clases. Una persona clave fue Claudia Madrid, del Preuniversitario UC, quien desarrolló un vínculo con las internas que nos permitió acercarnos y saber qué querían hacer. Entonces nos dimos cuenta que querían estudiar carreras técnicas, por lo que no necesitaban dar la PSU. Pero descubrimos que había un grupo de mujeres, que tenían permisos, y que podían salir a estudiar. Se formó un grupo de 36 mujeres. La inserción pasa porque estas mujeres puedan estudiar y nos dimos cuenta que es imposible que lo hagan solas. Conversamos con Duoc UC y luego con otras instituciones, y empezamos a impulsar a las mujeres para que se matricularan”, cuenta el decano Figueroa.
Autoridades y profesores de la UC comenzaron a aportar a la iniciativa, sumaron a la Dirección de Inclusión y le presentaron el proyecto al rector Ignacio Sánchez, quien lo apoyó con un financiamiento para su operación inicial.
"(...) El Santo Padre dice que es responsabilidad de la sociedad preocuparse de la inserción de cada una de las mujeres; no de unas pocas, sino de cada una. Eso me marcó" - Rodrigo Figueroa, decano Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal.
Las “otras” Rosario
“Me emociona estar cerrando un ciclo con la Rosario, sobre todo porque la conozco desde hace mucho tiempo, y sé lo que ha vivido, sé lo que le ha costado y sé lo que ha sufrido. Verla ahora coronando una etapa importante de su vida, me llena de orgullo, de un gozo profundo, porque creo que Dios hace grandes cosas cuando uno abre el corazón. Y creo que ella lo abrió, definitivamente. Me emociona acompañarla y sé que va a seguir luchando, que va a salir adelante. Y me emociona que otros se emocionen también y se sumen a esta causa”, relata la Hermana Nelly León.
El logro de Rosario no es solo una satisfacción personal. “Que una persona lo haya logrado, es un hito de vida, un acto y proceso de esfuerzo que se transforma en una señal y un poderoso mensaje para las internas que quieren cambiar su vida, proyectarla e insertarse socialmente. Y para el equipo, un hito de trabajo y de aprendizaje que nos motiva más aún para seguir adelante”, afirma Lorena Medina.
A pesar que la pandemia causó un duro impacto en el programa, hoy son 13 mujeres las que se encuentran estudiando carreras técnico profesionales y tres de ellas ya están próximas a titularse.
“Hablamos de las otras Rosario, porque esta es una puerta que se abre para las otras mujeres”, dice la Hermana Nelly y agrega: “La vida ha sido dura con ellas, ha sido cruel, han nacido en ambientes muy adversos, y siempre la pregunta es: si yo estuviera en ese mismo ambiente, no sé si sería capaz de estar de pie. Y aún así ellas permanecen de pie. Me motiva eso. Su dignidad, el empoderamiento de ellas como mujeres, que se valoren, que se resignifiquen, que se restauren, que no todo en la vida está perdido, y que ellas nacieron para amar y ser felices, Dios nos creó para eso, no para sufrir”.
Actualmente el proyecto busca fortalecerse y seguir creciendo, para que más mujeres tengan la posibilidad de nivelar sus estudios y seguir una carrera. Para ello, como explica Lorena Medina, “se requiere de sinergias interinstitucionales, apoyo, acompañamiento no solo académico, sino también psicosocial, estructuras estables en nuestro Programa, que se muestren como constitutivas de una organización, una comunidad de apoyo a través de la cual puedan canalizar sus anhelos y depositar su confianza, muchas veces dañada por su experiencia vital”.
"Que una persona lo haya logrado, es un hito de vida, un acto y proceso de esfuerzo que se transforma en una señal y un poderoso mensaje para las internas que quieren cambiar su vida, proyectarla e insertarse socialmente" - Lorena Medina, académica Facultad Educación UC.
Como explica la Hermana Nelly: “Ahora hay que fortalecer a las mujeres que están estudiando y las que recién comenzaron, apoyarlas, tratar de suplir los vacíos que tuvimos con el acompañamiento de Rosario: la alfabetización digital es un tema para las mujeres que salen de la cárcel. Tenemos que crear los tutores, que ya se están buscando, ojalá contar un tutor o tutora por cada mujer para que apoye su proceso como estudiante, procurar que perseveren en su carrera, que no tengan que salirse por razones económicas ni académicas, ayudarlas a superar sus frustraciones…” Y agrega: “Queremos que el proyecto siga creciendo, estos son los primeros pasos, son los cimientos, para que no se nos vaya a derrumbar en el camino. Todos los involucrados e involucradas tienen muchos deseos de salir adelante”.
Como concluye Lorena Medina: “La educación es un vehículo potente y liberador, que bien conducido, debiera aportar al desarrollo de una mayor autonomía y de un proyecto de presente y futuro que impulse un cambio relevante en sus vidas”.
“Hablamos de las otras Rosario, porque esta es una puerta que se abre para las otras mujeres”, dice la Hermana Nelly y agrega: “La vida ha sido dura con ellas, ha sido cruel, han nacido en ambientes muy adversos, y siempre la pregunta es: si yo estuviera en ese mismo ambiente, no sé si sería capaz de estar de pie" - Hermana Nelly León, presidenta Fundación Mujer Levántate
José Luis Mojica U. estudió Ingeniería Comercial (egresado) y está iniciando su Magíster en Economía en la UC. Siguiendo su motivación en temas sociales y su gusto por hacer clases, se convirtió en el tutor de Rosario Triviños, ahora ya egresada de Técnico en Enfermería. “Yo más que su tutor, me sentía como un amigo o una persona que estaba dispuesta a ayudar a Rosario cuando lo necesitara”, cuenta.
“Este proceso fue una muy buena oportunidad, porque me permitió conocer y tratar de comprender la historia de Rosario. Entender cómo piensa, sus motivaciones, sus falencias, etc. Fue una oportunidad en que, tanto Rosario como yo, pudimos demostrar que independiente de la historia que uno tenga, con ganas y perseverancia, se pude salir adelante, lo cual es muy gratificante”, afirma José Luis.
Aunque fue un proceso no exento de dificultades. “Cada paso que se iba dando fue una gratificación en su momento, pero no daba tiempo para celebrar, porque había que seguir adelante. Y hasta el día de hoy”, dice José Luis, y agrega: “Yo me siento feliz por Rosario, es un paso gigantesco y sirve de ejemplo para otras mujeres. Pero también sé que es el primer paso, ahora vienen otros desafíos como buscarle una ‘pega’ (un trabajo), que se siga desarrollando como persona, pues de lo contario, esto puede quedar en nada. Más bien es el comienzo de una nueva etapa”.
Y como concluye: “Se requiere mucho tiempo, entrega y dedicación, hay que estar muy pendiente, ser proactivo, te tiene que motivar la causa, querer generar un cambio importante en las personas. Si uno hace las cosas con convicción, sí se puede; y si uno no es quien hace el acompañamiento, ¿entonces quién?”